RADIO PATRIA NUEVA.- El diputado del MAS, Héctor Arce, informó que presentó una denuncia para que la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF) investigue la situación real del patrimonio de Manfred Reyes Avilés (Hijo) por sus recientes declaraciones donde devela haber mentido sobre su patrimonio de bienes y montos económicos.
“Hay incoherencia de dos cosas, es multimillonario es lo dice en sus declaraciones, no hay congruencia con lo que señala en la Contraloría General del Estado”, apuntó.
Calificó a Manfred Reyes (hijo) como mentiroso arrogante porque mintió al pueblo boliviano para trabajar como funcionario público, alterando, incumpliendo normas y ocultando su verdadero patrimonio.
“Indica que su patrimonio es de 2 millones de bolivianos y tiene una deuda, si es millonario porque deja a su padre pedir limosna”, cuestionó.
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A continuación la entrevista que le hizo el periodista Alcides Flores del diario opositor PAGINA SIETE, al hijo del polémico alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, que tiene varios juicios por corrupción.
Flores no le pregunta nada sobre su padre que fue edecán del dictador García Meza ni de su abuelo, Armando Reyes Villa, ministro de Defensa de la dictadura sangrienta y corrupta de García Meza y Arce Gómez (1980):
Reyes Villa Avilés: «En EEUU tenía casa, autos y avión privado, pero sentí un vacío y volví»
Alcides Flores M. / PAGINA SIETE / La Paz.- De los cinco hijos vivos del alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa Avilés es el único que decidió meterse en el mundo de la política y seguir los pasos de su padre. Y ese paso estuvo precedido por una crisis existencial en EEUU. “Lo tenía todo. Tenía una vida extravagante. Un día sentí que me falta algo. Fue entonces que tomé la decisión de venirme a Bolivia”, afirma.
Y en Estados Unidos lo tenía todo. Trabajo bien remunerado. Hasta un avión privado. En un mes ganaba –dice– lo que aquí ganará en seis años como concejal de Cochabamba. Pero el dinero y tenerlo todo ya no le daba sentido a su vida y en un viaje que hizo a México tomó la decisión irrevocable de volver a su Llajta querida, donde ahora está establecido con su esposa, una cochabambina a la que conoció en Nueva York.
Nacido en 1988, desde que tiene uso de razón su padre era autoridad. Él tenía cinco años cuando Manfred Reyes Villa se hizo burgomaestre de la capital valluna. Vio a su progenitor como autoridad siempre hasta que se fue a Estados Unidos.
Recuerda que desde que era pequeño acompañaba a su padre a los actos públicos y también viajaba con él a las provincias. Lo escuchaba hablar, dar discursos. Andaba de un lugar a otro con él. Quizá fue este trajín tempranero de la mano de su padre lo que hizo que germinara en él la semilla de la política.
Su infancia también estuvo marcada por el dolor y ausencias. Su padre nunca estaba presente en sus primeros años de escuela para ver sus logros. “Notaba mucho la ausencia de mi papá. Por ejemplo, hacíamos actuaciones, eventos deportivos, de fútbol; hacíamos actividades extracurriculares, como el atletismo, y mi papá nunca estaba. Veía que estaban los padres de todos y yo me molestaba porque mi papá nunca podía estar. Mi madre siempre estuvo presente, pero mi papá no. De niño me molestaba. Yo no entendía por qué no podía ir mi padre a mis actividades. Sin embargo, luego fui comprendiendo que era una persona pública y que por eso no podía compartir conmigo en el colegio”, recuerda, ya sin rencor.
Y los momentos dolorosos tienen que ver principalmente con la muerte de dos de sus hermanas. Cuando falleció la primera, era muy pequeño, pero ya sintió el dolor de la familia. Cuando murió su segunda hermana tenía 12 años y fue entonces cuando el pesar ya le sacó lágrimas. “Fue muy difícil, duro. Fue la primera vez que vi llorar a mi padre. Fue muy triste. Supuestamente él no lloraba. Para mí era un superhéroe”.
Pero él está consciente de que es un privilegiado, especialmente por haber nacido en el seno de una familia –da sus razones– con muchos valores, y también por haber tenido todo lo que se propuso fuera del país.
Es el único hijo político de los cinco hermanos. Y cuando se le pregunta si su próximo paso será postularse a alcalde de Cochabamba, evade la respuesta con una risa. Y los sinsabores que ya comienza a vivir –desde adentro– en el universo de la política, no le hace mella al objetivo que se planteó cuando emprendió el regreso a su tierra: trabajar por el “sueño boliviano”, un concepto acuñado por él que en esencia significa valorar y dar oportunidades a la gente por su capacidad y jamás por su color político, condición social o ideología.
Llevar el nombre de su padre, ¿es una ventaja o una desventaja?
A mi hermano mayor le pusieron el nombre de Erik, que es el hermano de mi papá. Cuando llegué yo, me pusieron Manfred. En casa, a mí me llaman Manfredito. Es un orgullo llevar el nombre de mi padre.
¿Cómo era en el colegio?
Muy deportista. Hacía todo tipo de deportes. Era conocido por eso en mi colegio. Hasta ahora mi nombre figura en los récords de velocista. Siempre he sido buen alumno, tenía buenas notas. Y en la universidad en EEUU también me fue muy bien.
¿El haber crecido en un entorno político ha sido determinante para que le guste la política?
Cuando me fui a vivir a Estados Unidos mi padre nunca dejó de trabajar por Cochabamba. Él siempre fue político y un ejemplo a seguir. Siempre lo he visto trabajar y entregar toda su vida, todo su tiempo, a la política, incluso le daba más atención que a su familia: vivía, dormía y despertaba política.
Pero habrá visto que la política es, a veces, muy dura.
Sí, y una de las consecuencias fue el exilio. Fue difícil estar en EEUU en esa condición. Mi padre estuvo exiliado por temas políticos. Fue difícil no poder retornar a mi país, no poder ver a la gente que quiero, comer la comida que me encanta, estar con mi familia, no poder ver a mi abuela los últimos años de su vida, no poderla llevar a EEUU para que la atiendan, porque el exdictador no permitía que mi abuela salga del país. Fue difícil ver a mi padre sufrir porque no podía ver a su madre.
También ha habido momentos muy turbulentos en la política cuando su padre era autoridad.
Sí. Hubo un momento en que un presidente estaba financiando a la gente para que quemen la Prefectura. Salí varias veces a la calle a marchar en defensa de la democracia. Me gradué en 2007, y entre 2007 y 2009 iba y volvía al país, pero desde 2009 ya no retorné más a mi país. La crisis política la viví fuera.
Pero además la política debe crear momentos gratos.
De niño he visto el cariño de la gente hacia mi padre, y ahora entiendo que es porque trabajaba mucho, buscaba el bien de la ciudad. Cuando lo acompaño, veo el cariño de la gente. Y eso pasa en todas las ciudades, no sólo en Cochabamba. Él es realmente una persona que se ha dedicado mucho a su ciudad y a su país, todo lo que hace, lo hace por el bien de los bolivianos. Soy muy orgulloso de él, es una persona muy trabajadora y yo intento seguir sus pasos.
¿Y ser hijo de Manfred Reyes Villa es una ventaja?
Tiene sus ventajas y desventajas. Doy gracias a Dios por haber nacido donde he nacido y en la familia que he nacido, porque me han inculcado muchos valores, me han enseñado a ser una buena persona y me han hecho la persona que soy hoy en día.
¿Y por qué decidió retornar de Estados Unidos?
Después de haber conseguido todo, sentí un vacío, sentí que me faltaba algo. En ese país he tenido una vida muy privilegiada. Llegué a conseguir todas las metas que uno podía plantearse siendo joven. A los 30 años había alcanzado todo lo que me propuse. En EEUU llegué a tener casa, autos, un avión privado, un trabajo donde me iba bien y ganaba mucho dinero, pero llegó un momento en que entendí que el dinero ya no lo era todo. Sentí un vacío, sentía que quería hacer algo más, que quería crear más impacto, fue entonces que decidí volver a Bolivia para ayudar a mi gente y para hacer algo bueno.
¿En qué trabajaba en EEUU?
Después de estudiar en la universidad número uno en Ingeniería Aeroespacial (Florida), viví en Seatle, donde trabajé para Boeing, luego trabajé para Dassault Falcon Jet (una empresa que hacía jets privados), después trabajé en una empresa que hacía motores para aviones comerciales. En Nueva York trabajé en la oficina principal de ventas para Latinoamérica. Yo ganaba una comisión por cada avión que vendía. Viajé a todo el mundo y conocí a las personas más ricas del mundo.
Tenía una vida extravagante, y en uno de mis viajes me dije: “Lo tengo todo y ya no hay más que no pueda alcanzar económicamente, pero me falta algo”. Fue entonces, en un viaje a México, que tomé la decisión de venirme a Bolivia.
¿Cuánto ganaba en EEUU?
Todo dependía de cuántos aviones vendía. Lo que allá ganaba en un mes vendiendo sólo un avión al mes, acá como concejal voy a ganar en seis años. En promedio al año vendía entre 10 y 15 aviones y cada avión costaba entre 30 y 60 millones de dólares. Las comisiones iban de 75.000 hasta 180 mil dólares por avión. Si vendía múltiples aviones me aumentaban 50.000 dólares por avión extra.
Pero llegó un punto en que el dinero pasó a un segundo plano. Ya no trabajaba por dinero, sino porque me gustaba lo que hacía. Nunca me fijaba mi cuenta, sólo hacía lo que quería hacer. Incluso me dediqué a hacer stocks y empecé a ganar mucho más dinero. Me metí en criptomonedas y continúo haciendo eso.
Yo no estoy acá por dinero, a diferencia de muchos que buscan la política por dinero y poder. Dinero y poder ya lo tuve y si hubiera querido seguir teniéndolos, me hubiera quedado en EEUU. Yo retorné porque realmente quiero ayudar a mi gente, a mi padre, quiero trabajar por un proyecto más grande porque en Bolivia hay todo: hay talento, hay gente trabajadora, hay riqueza, pero a muchos bolivianos no se les da la oportunidad.
¿Qué quiere hacer y cómo lo va a lograr?
Realmente he venido aquí para ayudar a la gente joven. Yo creo que hay mucha gente en Bolivia que se esfuerza, que es buen alumno, buen profesional, pero que no tiene oportunidad. Entonces yo vi que tenía la posibilidad de ayudar a esa gente. Me gustaría crear el “sueño boliviano”. El sueño americano te permite esforzarte sin importar quién eres o de dónde vienes. Si te esfuerzas, estudias y trabajas, te tiene que ir muy bien. Lamentablemente no son las mismas condiciones aquí en Bolivia. Aquí puedes ser el mejor en todo, pero no se te abren las puertas. Eso hay que cambiar. Entonces, tengo el sueño de crear el “sueño boliviano”. Estoy en busca de eso. Por eso estoy acá.
¿Cómo se da su llegada al Concejo?, ¿en qué momento se gestó esa posibilidad?
Yo llego a Cochabamba sabiendo que quería hacer algo por mi ciudad y entendiendo que la forma en que podía hacerlo era desde la política, mediante el Concejo. Hablé con mi padre, pero él quería que me quede en EEUU porque vio que me iba muy bien en mi carrera. Me dijo que tengo un gran futuro en ese país. Pero le expliqué lo que yo estaba atravesando, del vacío que estaba sintiendo, que quería hacer algo por Cochabamba. Fue así que se dio la posibilidad de que yo entre al Concejo. Ahora estoy utilizando todo el poder que tiene el Concejo en beneficio de los cochabambinos.
Entra al Concejo con muchas ilusiones y expectativas. Ahora que ya está adentro, ¿con qué se topó? ¿Qué tal es la política?
El Concejo es interesante. Hasta ahora he tenido una linda experiencia. He conocido a gente muy trabajadora. Muchos concejales tienen el interés de ayudar. Pero también veo cosas muy negativas. Habiendo llegado a conocer más a los concejales del MAS, me molesta algo: la mayoría de las veces ellos quieren trabajar por el interés de Cochabamba, pero lamentablemente tienen unos jefes a los que tienen que reportar, y esos jefes no quieren una buena gestión de Manfred. No les interesa Cochabamba. Por lo tanto, muchas veces votan en contra de algo cuando saben que ellos quieren votar por el sí. Ese es el único punto que me da lástima del Concejo.
El rol natural del Concejo es fiscalizar al ejecutivo. Una de las críticas del MAS es que siendo hijo del alcalde, ¿usted va a poder fiscalizar a su padre?
Ese cuestionamiento es netamente político. Los concejales entienden muy bien mi rol. Un concejal no hace la diferencia cuando se trata de fiscalizar. Hay 11 concejales. Si hipotéticamente yo no quiero fiscalizar a mi padre, hay otros 10 que lo pueden hacer. Digamos que algo entra a mi comisión y yo no quiero fiscalizar a Manfred, pero hay otros dos concejales que lo pueden hacer. Además, una vez que se aprueba en la comisión, pasa al pleno y allí hay 11 concejales.
Hoy es el alcalde interino. ¿Pesó ser hijo del alcalde para llegar a ocupar el cargo?
Si por ser el hijo del alcalde tuviera esa ventaja, sería también el presidente del Concejo y no es así. Todos los concejales tenemos un rol y yo soy una persona con la capacidad de manejar proyectos precisamente por mi profesión. Tengo maestría en administración de empresas y por eso estoy en la primera comisión. Yo he sido alcalde no por el alcalde, porque él no decide qué concejal entra como alcalde. Es un tema de los concejales. Ha sido un consenso y los concejales confían en mi capacidad. En lo político, tengo experiencia porque he trabajado con mi padre día a día, lo he acompañado siempre desde niño en sus campañas, los fines de semana iba con él a las provincias, a los pueblos.
¿Los vaivenes de la política no le hacen arrepentirse de haberlo dejado todo?
Estoy contento. No creo que haya otro trabajo que me haga más feliz. Es más, me pagan por ayudar a la gente. Para mí no es un trabajo, es algo que me gusta.
¿Será en algún momento candidato a alcalde?
(Ríe) Mucha gente me dice eso. Yo le puedo garantizar que una meta mía no es ser alcalde en 2025, no estoy pensando en eso. Estoy pensando en el día a día. Mi plan es hacer el bien, tratar bien a la gente, hacer lo correcto y hacer mi trabajo.