EL PAIS / TARIJA.- Hoy, 20 de enero, día de la toma de posesión de Joe Biden como presidente número 46 de Estados Unidos de América, concluirá la caótica administración Trump que ha provocado un gran desprestigio a la potencia mundial en los últimos años. Donald Trump deja la Casa Blanca no sin antes cometer de manera deliberada un bochorno final: No asistir al traspaso del mando presidencial aduciendo que hubo fraude en la elección de noviembre pasado rompiendo una tradición de más de 150 años de transiciones ordenadas mantenida por todos sus predecesores desde 1877. No acude a una ceremonia que representa el respeto por la democracia, el proceso electoral y la unidad del país más allá de cualquier desavenencia política.
Trump abandona el poder a regañadientes, en la soledad tras la renuncia de sus colaboradores, distanciado del partido republicano, censurado en redes sociales y duramente cuestionado por varios líderes políticos debido a los hechos acaecidos el pasado 6 de enero cuando promovió la toma del Capitolio por parte de fuerzas radicales afines que interrumpió la sesión congresal que nombraba a Biden y a su candidata vicepresidencial, Kamala Harris, como los futuros gobernantes. Existen duras críticas a su administración desde el partido demócrata. A días de su relevo por la vía constitucional, los principales voceros de dicho partido le han catalogado como un peligro para el país y han promovido un segundo proceso de destitución (impeachment) que claramente no llegará a concretarse, pero el daño a su legado es incuestionable. Por su parte, los líderes europeos que mantuvieron con la Casa Blanca varios desencuentros en asuntos políticos, comerciales y sobre todo durante la crisis sanitaria producto del virus Covid 19 esperan que con Biden la situación cambie en aras de recuperar la histórica buena relación trasatlántica.
El Secretario de Estado saliente, Mike Pompeo, abanderado del aislacionismo de Trump deja a la administración Biden varios embrollos en la arena internacional que ameritarán bastante esfuerzo diplomático para desmontarlos como el levantamiento de restricciones a los contactos con Taiwán que distancia mucho más a Estados Unidos de China, ambas potencias inmersas en una larga guerra comercial, la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo en un guiño a la fuerzas anticastristas del sur de Florida y serias acusaciones sin pruebas en contra de Irán como base de operaciones del grupo terrorista Al Qaeda, entre otros conflictos abiertos.
El gobierno de Trump se caracterizó por referirse con desprecio sobre la migración latinoamericana e insistió en levantar el muro en la frontera sur como si fuese solución para mitigar la migración histórica de miles de centroamericanos. Además, en reiteradas ocasiones intentó influir en Venezuela apoyando políticamente al líder opositor Juan Guaidó e impuso sanciones y bloqueo económico que ha sabido sortear con cierto éxito el gobierno de Nicolás Maduro.
De acuerdo a los análisis de centros de pensamiento prestigiosos como el Wilson Center y el Instituto Elcano, la relación entre Estados Unidos y los países de América Latina y el Caribe en la administración Biden iniciará con el Hemisferio Occidental sumido en el rebrote del Covid 19, una crisis migratoria en Centroamérica, crisis políticas de aliados tradicionales de Estados Unidos en la región como Chile, Brasil y Colombia y el reforzamiento de gobiernos progresistas contestatarios en México, Argentina, Bolivia y con seguridad prontamente en Ecuador. Sin embargo, Biden conoce bien la región, realizó 16 viajes a América Latina y el Caribe cuando ejercía de vicepresidente de Barack Obama. Seguramente con esa experiencia intentará recuperar la legitimidad perdida durante los cuatros años de gobierno de Donald Trump. En todo caso, el “excepcionalismo estadounidense” construido sobre la base de la Doctrina Monroe de 1823 que propugnaba “América para los americanos”, sin duda alguna, está en crisis. El gobierno de Trump ha reducido al mínimo nivel el capital simbólico del imperio en la región americana. Amén de la crisis política, económica, social y sanitaria interna que deja a su sucesor.
En Bolivia, el presidente constitucional Luis Arce Catacora apenas se ha pronunciado sobre la relación de Bolivia con Estados Unidos. Con seguridad felicitará a Joe Biden por su posesión como nuevo presidente. En el horizonte queda pendiente revisar el Acuerdo Marco suscrito en 2011 que guía la relación bilateral el cual merece ajustes tras una década desde su suscripción y aquellos acuerdos suscritos durante el régimen de facto de Jeanine Añez con la finalidad de salvaguardar nuestra soberanía.
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