ABI.- “Jeanine es capaz de mandar a matar y lavarse las manos, como lo ha hecho con la masacre de Senkata, y es capaz de mostrarse como la mujer sensible amante del pueblo”.
Esta es una descripción de la exparlamentaria autoproclamada presidenta que la escritora y activista María Galindo publicó en un diario paceño en el apogeo de Áñez en Palacio Quemado.
Esa doble moral fue constante en su vida y en momentos clave de su administración de facto.
Católica bautizada y evangélica practicante —agua y aceite en el mundo real— así definía su filiación religiosa para contentar a esas dos corrientes en constante colisión.
En la mañana del 15 de noviembre de 2019 se reunía con funcionarios de su confianza para rezar y leer algunos salmos de la Biblia y minutos después no le temblaba el pulso para firmar el Decreto Supremo 4078 para eximir de responsabilidad penal a las fuerzas de seguridad del Estado lanzadas contra la sociedad civil desarmada.
Alguna vez apeló a la emoción del ciudadano, ya encarcelada, y pidió perdón por los “errores” cometidos durante su administración, pero no se arrepintió puntualmente de los asesinatos que siguieron tras la vigencia de ese decreto, ni de las graves violaciones a los derechos humanos durante las protestas de noviembre de 2019 en el barrio alteño de Senkata y en Sacaba, Cochabamba.
“Cada mañana era el mismo ritual, reunión de oración y lectura de la Biblia con el personal, muertos en las calles unos días o denuncias de corrupción”, contó una fuente cercana a ella.
Áñez, que el 13 de junio cumplirá 55 años, nació en San Joaquín, un pueblito amazónico de las llanuras del Beni. Sus padres fueron profesores y ella la última hija de un total de siete.
Estudió desde primaria hasta el bachillerato en ese municipio rural.
Cuando terminó el bachillerato, confesó a un diario que no tuvo opción de elegir profesión como sus hermanos varones. Ella y sus otras hermanas mujeres estaban predestinadas para ser secretarias ejecutivas.
En la ciudad de La Paz estudió y se graduó en esa rama técnica y cumplió su “destino”: se tituló secretaria.
En Santa Cruz se capacitaba en computación cuando conoció al abogado beniano Tadeo Ribera Bruckner quien sería su primer esposo y con el cual tendría a sus dos únicos hijos: Carolina y José Armando Ribera Áñez.
La familia Ribera Áñez retornó a Trinidad. La entonces joven pareja emprendió un negocio de comida familiar y durante la década de 1990 Jeanine ingresaría a estudiar en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Autónoma del Beni José Ballivián, titulándose años después como abogada. Un periódico proclive a ella, sin embargo, sembraba dudas sobre ese título universitario.
En 2006, bajo la tutela del partido de Jorge Quiroga, fue elegida como asambleísta para deliberar en la Asamblea Constituyente. En 2009 se fue con Manfred Reyes Villa para obtener un curul en el Senado. En esa constante, en 2014 nuevamente cambio de paraguas político y se fue con el partido del multimillonario Samuel Doria Medina y retuvo su puesto en la Cámara Alta.
En la última legislatura asumió la segunda vicepresidencia de la Cámara de Senadores, un cargo reservado para las minorías.
El 10 de noviembre de 2019 sus antiguos jefes políticos mencionaban en reuniones secretas con la iglesia católica y embajadores europeos su nombre para asumir la primera magistratura del país.
“ Y llegó a El Alto, el 11 de noviembre y, desde allá, fue conducida en un helicóptero oficial, como preludio de lo que sería su vida a partir de entonces”, informaba un diario paceño.
Su intensa vida política, pero de escasos resultados, porque siempre fue una política de la periferia, provocó el divorcio de su primer esposo, Tadeo Ribera Bruckner. Tiempo después conocería a su segunda pareja de nacionalidad colombiana, Héctor Hernando Hincapié Carvajal. En enero de 2020 fallecería Ribera Bruckner.
Como política de derecha desde 2006, siempre fue una figura poco conocida, sin relevancia, sin propuestas, sin protagonismo.
“Y por lo tanto se puede decir que fue una pantalla, no en términos de una misoginia porque ella sea mujer, sino porque realmente es una persona que jamás hubiese soñado ser presidenta del Estado, ni jamás se le hubiese propuesto”, señala Galindo en el famoso artículo por el cual el rotativo en el que escribió por casi una década decidiera apartarla del staff de columnistas.
Pero la activista va por más: “Jeanine es una de esas personas que cree que una sonrisa convincente lo puede todo. No es hábil argumentando, pero sí sonriendo. Habla con humildad y miedo, muestra un poquito su debilidad para que no adviertas en ella lo que realmente es capaz de hacer”.
Y remata: “Aceptó arriesgar el pellejo poniéndole un precio alto a su cargo y cobrando por adelantado”.
Los medios hegemónicos, la manipulación mediática, la iglesia católica, los evangélicos, algún agente de la CIA, los oportunistas y aduladores la presentaron como la salvadora de la democracia.
Marcada por la corrupción, su gobierno se fue por la puerta trasera con las manos manchadas de sangre.
Amnistía Internacional denunció “impunidad” tras el uso “excesivo e innecesario” de fuerzas del Estado contra las protestas que se opusieron a la asunción de Áñez a la Presidencia y que dejaron al menos 36 muertos por amas de fuego, la mayoría de ellos en Senkata y Sacaba.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, tras la investigación de una misión de observación de tres semanas en el país por las muertes en su administración, describió al régimen de facto de la política beniana, teñida de un rubio oscuro, de cuerpo entero: “El gobierno de Áñez incurrió en graves violaciones a los derechos humanos.
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