Redacción central / Bolivia.- Zampoñas y bombos se escuchaban a lo lejos. La imagen del lago, como pintado en un cuadro, dibujaba el rostro de aquel hermoso lugar. Al ritmo de la quena, el bombo y las zampoñas bailaban las mujeres, agitando y girando orgullosas sus polleras. Era un desfile de colores como el arcoiris, y sonrientes resplandecían como el mismo Sol.
Mujeres y hombres divididos en dos columnas se toman de las manos, la alegría desbordaba en la plaza de Puerto Pérez a orillas del Lago Sagrado a pesar que la lluvia, que ya se veía venir por aquellos cielos grises del altiplano.
Nadie sabía quién era el gallardo joven, pero se nota que está contento, él tiene razones para pintar una sonrisa en su rostro. Las mujeres salían de sus hogares y veían aquel espectáculo sin mucho asombro.
—Ya llegó el graduado—, gritó un hombre desde atrás de la columna masculina.
Un tumulto de gente salió a recibirlo, los mayores lo acogieron entre sus brazos y lo llenaron de regalos, otros prendieron billetes en su saco, el espectáculo terminó con las lágrimas de la madre.
Lloraba de felicidad, como sólo las madres lo hacen cuando ven a su hijo dar un paso más en la vida. Lo tomó de su mano y lo llevó a recorrer la plaza, orgullosa de su retoño iba bailando feliz sin importarle la mirada de la gente curiosa.
Y mientras las gaviotas volaban sobre el lago, buscando alimento, el graduado bailaba con la mujer que le dio la vida, iban los dos tomados de la mano como siempre lo hicieron desde que él era un niño, pero ahora sabiendo que lo más preciado de su vida hoy se apronta para dar un paso más en su formación académica.
Debe estar conectado para enviar un comentario.