Por Carlos Quiroga / TARIJA, BOLIVIA (Sputnik) — A 13.000 kilómetros de Moscú, en un casi desconocido valle de los Andes de Bolivia, Rusia ha encontrado unos proveedores de vinos y destilados de uva de calidad tan alta como impensada.
“Es todo un descubrimiento, pocos que no sean bolivianos se imaginan que aquí se puede producir algo que, además de exótico por la distancia, es de excelente calidad”, dijo Mijaíl Ledeniov, embajador ruso en Bolivia, sobre la industria de vinos y destilados de uva de Tarija, pintoresco valle del sur del país sudmericano.
El diplomático visitó esta semana viñedos y bodegas en los que encontró, según dijo, no solo potencial sino una realidad de producción que muy probablemente va a abrirse un espacio destacado en el mercado de Rusia, en especial en segmentos de consumidores de bebidas de alta gama.
Viñas cultivadas a 2.000 metros sobre el nivel del mar, en tierras bañadas con abundante sol, de clima más templado que cálido, se han convertido en el centro de la actividad agroindustrial más importante de Tarija, región fronteriza con Argentina con la cual ha desarrollado una proximidad mucho más que geográfica.
“Para mí y seguramente para muchos rusos, este lugar es como de otro planeta, sorprendente porque en materia vitivinicola tiene una producción de primera, que puede competir con los mejores en cualquier lugar del mundo, aunque aquí todavía todo es relativamente pequeño”, comentó Ledenév.
Naciente
El apego del sur boliviano con la industria de la uva se remonta al siglo XVI, cuando el cultivo fue introducido por colonizadores españoles que fundaron Tarija, nombre del actual departamento y de su ciudad capital, que se ha distinguido en los siglos siguientes como tierra alegre de canto, baile y vino. “Capital de la sonrisa” es como su segundo nombre.
La producción de uva y derivados fue casi exclusivamente artesanal hasta que en la década de 1920 surgieron los primeros intentos de industrialización, según explicaron al diplomático varios expertos que lo acompañaron en una visita privada al campo y plantas industriales.
Pero solo hace poco más de medio siglo, en la década de 1960, comenzaron a desarrollarse las industrias que ahora lideran el sector y apuestan a los mercados externos.
La industria vitivinícola de Tarija es todavía muy pequeña, “minúscula” en palabra de Gerardo Aguirre, jefe de exportaciones de la bodega Aranjuez.
Con apenas unas 3.500 hectáreas en producción, los viñedos de Tarija son poco más de la centésima parte de los cultivos de Argentina, indicó.
“Esto puede ser una ventaja, porque de aquí sale un producto con carcterísticas únicas, con una marca de exclusividad reconocida, un producto que privilegia la calidad sobre la cantidad”, apuntó Ledenév.
Aguirre dijo que la creciente demanda ha superado ya a la capacidad de ampliación de la producción, que en el caso de Aranjuez es de unos cuatro millones de litros al año.
Singani y tannat
A 2.000 metros de altitud, los viñedos tarijeños tienen acceso a aguas de cordillera y una exposición a rayos ultravioletas que difícilmente se podrían encontrar en otros lugares.
La uva Moscatel de Alejandría es la más cultivada en Bolivia, donde según coinciden expertos ha ganado intensidad de sabor a lo largo de siglos de producción adaptada a las condiciones locales.
Con esa uva Bolivia produce el singani, un destilado transparente de vino que se procesa de forma similar al coñac francés, salvo el reposo final en tanques de acero inoxidable que se utiliza en las industrias tarijeñas.
“El cultivo de uvas no es secreto, el proceso de fabricación se puede hacer en cualquier parte, la tecnología se puede adquirir, entonces ¿cuál es el secreto del singani?”, se preguntó el experto argentino Jorge Furio, gerente de producción de Casa Real, el mayor proyector mundial de singani.
Y se respondió muy seguro:
“Tenemos un producto muy noble, de aromas intensos, florales, frutales. Los 2.000 metros de altura son ideales para que una uva blanca como la moscatel de Alejandría, que dicen solía disfrutar la mismísima Cleopatra, logre los mejores aromas, porque tenemos días cálidos y noches frescas que le permiten buen descanso a la uva, con una amplitud térmica que le da larga y sana vida”.
A diferencia de otros destilados como los piscos peruanos y chilenos que utilizan diversas cepas de uva, el singani boliviano, que tiene denominación propia mundial, está hecho exclusivamente con la variedad Moscatel de Alejandría producida en altura.
“Con esta altitud con que ha sido beneficiada Bolivia, las características aromáticas que se dan acá no se dan en ninguna otra parte del mundo”, remarcó Furio.
Esta misma apreciación podría aplicarse a la nueva estrella de la industria vitivinícola boliviana, la uva tannat, con la que se produce un vino de intenso color rojo violáceo.
Originaria de Francia, esta cepa se cultiva principalmente en Uruguay, donde tiene carácter de “uva nacional”, y va camino de igual reconocimiento en Bolivia.
Vinos tannat bolivianos, que expertos consideran con las mismas características que los de otras partes aunque con taninos más “delicados” y con colores y aromas más intensos, han ganado premios en Chile e incluso en Uruguay, destacan orgullosos los productores tarijeños.
El singani boliviano Casa Real se exporta principalmente a Estados Unidos, donde es conocido como Singani 63, mientras los vinos Tannat apenas comienzan a abrirse camino en el competitivo mercado internacional.
15 de julio 2020, 16:50 GMT
Esa vía apunta ahora a Rusia, donde ha sido presentado recientemente, con reacciones muy positivas de expertos y consumidores, según dijo a Sputnik la sommelier Anna Solodchuk en una declaración online.
“Hemos realizado catas con tannat de Aranjuez en Moscú y a todos los clientes les gustaron estos vinos, recibimos una reacción muy positiva”, dijo.
Añadió que actualmente están en curso negociaciones con posibles distribuidores de Moscú que están listos para importar vinos bolivianos, para los cuales se trabaja también en el desarrollo de una marca para el mercado ruso.
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La nueva joya de la agroindustria boliviana se llama Tannat
© Foto : Vinos Aranjuez / Captura de pantalla
TARIJA, BOLIVIA (Sputnik) — Hay una bodega en Bolivia que se precia de producir un vino Tannat de extraordinaria calidad, tal vez uno de los mejores del continente y hasta del mundo, según sus ejecutivos, luego de apenas dos décadas de cultivo de esa variedad de uva en tierras altas.
“La altitud sobre el nivel del mar y la latitud, con todo lo que implican, son los factores clave, a los que sumamos una pasión que no es solo familiar sino regional por esta industria”, dijo a Sputnik Gerardo Aguirre, enólogo y jefe de exportaciones de la bodega Aranjuez, ubicada en Tarija (sur), capital del departamento homónimo al sur de Bolivia.
Esta marca es considerada introductora en Bolivia de la cepa Tannat, francesa de origen y con rango de producto de identidad de Uruguay, uno de sus mayores productores mundiales, que parece haber encontrado un nuevo hogar en los andes bolivianos.
En una industria de vinos todavía incipiente como la boliviana, los vinos Tannat han ganado rápidamente prestigio y popularidad desde que comenzaron a producirse localmente a principios de siglo y particularmente en el último quinquenio en que lograron reconocimiento internacional, también en Uruguay.
“Cuando una persona se expone a rayos ultravioletas, la piel produce pigmentos de protección. Igual, la planta de uva expuesta a rayos ultravioletas en condiciones de alta concentración en la altura envía pigmentos de color que generan en los frutos cáscaras más gruesas, más coloreadas, con taninos más suaves y mucho más resveratrol que en otras regiones”, explicó Aguirre.
El resveratrol es un antioxidante poderoso a causa del cual se atribuye tradicionalmente a los vinos tintos sus atributos de estabilizante de la salud y de factor de longevidad.
El resultado es un vino de características únicas, aseguró.
Nuevos mercados
El éxito de Aranjuez, seguido por otros productores industriales y artesanales, llevó a la cepa Tannat a convertirse en la última década en la variedad de uva más plantada en Bolivia, donde los cultivos suman unas 3.500 hectáreas, una superficie ínfima en términos internacionales, lo que no impide que los tarijeños sueñen con los mercados mundiales.
A esos mercados, en particular Estados Unidos, ha comenzado a llegar el Tannat boliviano, que tiene ahora en la mira al mercado de Rusia.
Los números son todavía pequeños. Unas 150.000 botellas de vinos de Aranjuez, poco menos de 5% de la producción anual de la bodega, fueron enviadas en el último año a Estados Unidos y lo que se podría exportar a Rusia es aún una incógnita.
“Lo importante es que hay demanda para esta industria, empezando por el mercado local que todavía está insatisfecho”, con un consumo per cápita anual de apenas dos litros, mientras que en vecinos como Argentina llega a casi 30 litros, dijo Aguirre.
Rareza competitiva
Según el experto, la industria del vino debería explotar primero su carácter de rareza como factor de competitividad a nivel internacional.
“En Estados Unidos, por ejemplo, tienen de Bolivia un concepto andino, marcado por altas montañas y tierras muy agrestes; les llama mucho la atención que se pueda producir vinos de muy buena calidad en un país de semejantes características, con viñas a 2.000 metros sobre el nivel del mar, mediterráneo, y con una topografía que resulta muy extraña comparada con la de los países tradicionalmente vineros”, afirmó.
Estas diferencias, añadió, “constituyen lo raro que Bolivia está comenzando a explotar en este sector, porque cuando se prueba un vino de altura boliviano el consumidor, experto o no, se lleva la sorpresa de un buen vino, impecablemente elaborado”.
El Tannat producido en Bolivia presenta un carácter menos agresivo en comparación con similares de otros países, debido a que tiene mucho más resveratrol.
“Los vinos Tannat de Tarija son los que tienen más resveratrol en el mundo. Entiendo que no hay estudios definitivos, pero puedo decir por propia experiencia que tomando de este vino una copa al día podemos mantener una buena salud y alejar el envejecimiento”, aseguró Aguirre.
Tarija tiene además la ventaja del bajo costo en la producción.
“Hemos ganado los más grandes premios internacionales con un Tannat que vendemos a 8 dólares la botella, un precio que es una pequeña fracción de lo que cuestan los Tannat de otras partes”, dijo.
Señaló que la suavidad de los taninos en las uvas Tannat de Tarija permite crear un vino robusto, delicado y menos agresivo.
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