La boliviana Juana Azurduy de Padilla, está en el nuevo billete de 200 pesos de la República Argentina, lo anunció y presentó el presidente Alberto Fernández.
Juana Azurduy es muy admirada, querida y reconocida en Argentina, tanto por sus autoridades como por el pueblo. Precisamente por eso, el 12 de julio, fecha de su nacimiento, se celebra el Día de la Hermandad de Argentina y Bolivia; además a pocos metros de la Casa Rosada se encuentra un imponente monumento a la heroína donado por Bolivia cuando ejercía la Presidencia del Estado Plurinacional, Evo Morales.
Hace 53 años la gran cantante argentina Mercedes Sosa, grabó la hasta hoy exitosa y maravillosa canción “Juana Azurduy”, de los compositores Félix Luna y Ariel Ramírez.
Casi en todas las ciudades argentinas hay escuelas y calles con el nombre de Juana Azurduy.
Juana Azurduy es reconocida con honores por Bolivia y Argentina, por su actuación en las guerras contra los realistas. Tomó las armas en una sociedad que vedaba el acceso de las mujeres a la milicia, organizó y comandó batallones y logró movilizar a miles de indígenas y mestizos a favor de la causa de la independencia. Alcanzó el grado de teniente coronel e integró las tropas de Martín Miguel de Güemes. En 2009, el Gobierno argentino la ascendió post mortem con el grado de Generala del Ejército.
“El Banco Central de la República Argentina (BCRA), junto con Casa de Moneda Argentina, diseñó una nueva familia de billetes que marcan el regreso de las personalidades históricas al papel moneda, recuperando así la memoria y el reconocimiento de heroínas y héroes nacionales que, en momentos decisivos y fundacionales, forjaron nuestro país”, señaló la BCRA.
Según explica la institución, la nueva familia se compone de cuatro denominaciones que incluyen la representación de tres mujeres y tres varones que jugaron un papel decisivo en la construcción de Argentina, “figuras trascendentes que rompieron el molde de su época y lucharon por la independencia, el desarrollo, la inclusión y la ampliación de derechos”.
Estos son los personajes y los cortes de los billetes argentinos.
$100: María Eva Duarte de Perón
$200: Martín Miguel de Güemes y Juana Azurduy
$500: María Remedios del Valle y Manuel Belgrano
$1000: José de San Martín
El BCRA detalla que en el caso del billete de 200 pesos argentinos resaltan a Juana Azurduy como “una de las grandes heroínas de la Independencia”.
En el nuevo billete argentino de 200 pesos, Juana Azurduy está junto a Martín Miguel de Güemes, quien intervino en la reconquista y la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas al Virreinato del Río de la Plata y luego tuvo un papel decisivo en la Guerra de Independencia.
“Fue gobernador de Salta y el gran protagonista de la Guerra Gaucha, la feroz resistencia que salvaguardó los territorios del norte del país. Sus fuerzas, los infernales, conformadas por gauchos y paisanos a caballo, fueron capaces de detener numerosos avances realistas. Su exitosa labor defensiva permitió a San Martín la organización del ejército libertador de Los Andes”, refleja la institución en una nota de prensa.
Juana Azurduy, una revolucionaria que se alzó en armas con fervor y convicción libertaria contra el colonialismo
“Juana Azurduy, flor del Alto Perú, no hay otro capitán más valiente que tu”, dice aquella canción que empezó a difundirse en 1969 y que, con la voz de Mercedes Sosa, visibiliza a una de las revolucionarias que combatieron por la independencia latinoamericana, revelando, como expresa otro de los párrafos, que en la lucha anticolonialista de principios del siglo XIX “el español no pasará, con mujeres tendrá que pelear”.
“Tierra en armas que se hace mujer”, dice otro de los versos, situando la región del Alto Perú en la que peleó Azurduy, guiada por su fervor revolucionario, su convicción libertaria y su acción guerrillera, instalando y mostrando a la vez la presencia de la figura femenina en el territorio de la lucha.
Allí combatió, en la actual Bolivia, en esa zona que pertenecía al Río de la Plata, donde tuvo un rol protagónico y un lugar junto a jefes militares criollos como Manuel Belgrano, Martín de Güemes, o su marido, el comandante Manuel Ascencio Padilla; y allí murió, en 1862 , en la pobreza, solitaria y olvidada, luego de haber peleado y perdido, en medio de la guerra contra los españoles, a cuatro de sus cinco hijos y a su pareja.
Azurduy nació en la región de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780, y era hija de una indígena y un criollo. Se crió entre campesinos, aprendió a cabalgar con su padre y a hablar en quechua con su madre, a quien perdió siendo niña; años después murió su padre y su familia la envió a un convento de monjas, de donde fue expulsada a los 17 años, porque no soportó el encierro ni la sumisión.
A sus 22 años se casó con Padilla y en 1809, cuando se produjeron los levantamientos independentistas de Chuquisaca, La Paz y Cochabamba, se sumaron los dos a la lucha revolucionaria.
Organizó junto con su marido el escuadrón “Los leales” y se incorporó al Ejército del Norte, liderado en ese momento por Manuel Belgrano, quien frente al valor y la garra de Juana en el campo de batalla, le entregó su sable como símbolo de reconocimiento y admiración.
En 1816 obtuvo el rango de teniente coronel de las milicias criollas que peleaban en el Alto Perú, la región defendida con más decisión por los realistas que habían levantado con sus fuerzas una barrera infranqueable para los independentistas.
Juana Azurduy organizó guerrillas, preparó defensas, incursionó zonas ocupadas por el enemigo y arremetió sin miedo contra los realistas, a la par de sus compañeros de combate.
La larga y permanente lucha en esa zona y el cambio de estrategia que le imprimió San Martín al proyecto independentista, quien decidió llegar al punto neurálgico del dominio español, que era Perú, pasando por Chile, dejó a la región altoperuana muy debilitada.
Tras haber perdido a sus cuatro hijos, enfermos y con hambre en medio del trajín de las luchas revolucionarias, continuó combatiendo con el dolor más inmenso, ese dolor que se iba a agudizar poco después, cuando los realistas decapitaron a su marido, momento en el que ella estaba embarazada de su quinto hijo, una niña, que nació en medio de los combates y a la que logró poner a salvo.
Vinieron luego los años en que Juana peleó junto a la guerrilla de Güemes, el hombre que defendió la región de Salta y Jujuy y enfrentó con escasos recursos a los españoles, impidiendo su avance, hasta que lo mataron en 1821 y sus fuerzas quedaron dispersas y vencidas.
Es en ese momento cuando esta revolucionaria, que supo poner a la mujer en la primera fila del combate, se quedó sin rumbo, sin recursos y sin reconocimiento, aunque Simón Bolívar habría dicho en 1825, durante su visita a Bolivia, que ese país debería llamarse “Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”.
Revolucionaria de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de Bolivia, de América Latina, Juana Azurduy fue ascendida a generala 147 años después de su muerte, cuando el 14 de julio de 2009 la presidenta e la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, le confirió el grado de “Generala” del Ejército Argentino, durante una sesión de la Asamblea Legislativa Plurinacional, realizada en la ciudad boliviana de Sucre, donde reposan sus restos mortales junto a su sable, con la presencia de los mandatarios de los dos países hermanos.
¿Quién fue Juana Azurduy y por qué es una heroína popular?
Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, una población ubicada en el norte de Potosí perteneciente al Virreinato del Río de la Plata (actualmente Bolivia). Hija de Eulalia Bermúdez, una “chola” o mestiza proveniente de Chuquisaca, y de Matías Azurduy, un hacendado de raza blanca de buena posición económica y tierras en la región, Juana aprendió el oficio de las tareas de campo por acompañar a su padre mientras trabajaba, y de esta forma entró en contacto con los pobladores originarios de su tierra, aprendiendo así el idioma quichua y el aymara. Sin embargo, quedó huérfana siendo joven y debió completar su crianza entre sus tíos y conventos.
A los 25 años, 1805, se casó con Miguel Asencio Padilla, un estudiante de derecho que era hijo de unos vecinos y amigo de la familia. Tuvieron cinco hijos: Manuel, Mariano, Juliana, Mercedes y Luisa.
En 1809, luego de que estallara la revolución independentista de Chuquisaca, un 25 de mayo, tanto Juana como su esposo se unieron a los ejércitos populares y ayudaron a destituir al gobernador y a formar una junta de gobierno que duraría hasta 1810, cuando las tropas realistas vencieron a los revolucionarios.
A partir de ese entonces, a través de una organización conocida como “Los Leales”, el matrimonio combatió contra imperio español destacándose especialmente Juana por su valentía y su capacidad de mando, hecho que le valió nombramiento de teniente coronel, en el verano de 1816, y la entrega simbólica de un sable por las tropas enviadas desde Buenos Aires con objetivo de liberar el Alto Perú.
Ese mismo año, ya embarazada de su quinto hijo, Juana sufrió una herida en la batalla de la Laguna, y al intentar rescatarla, Miguel Asencio Padilla murió en combate. Su cuerpo fue colgado por los realistas y luego de dar a luz, la soldada se unió a la guerrilla de Martín Miguel de Güemes, que operaba en el norte del Alto Perú defendiendo en seis ocasiones las invasiones realistas.
(En honor a Juana Azurduy, Mercedes Sosa interpretó esta canción en su honor).
Muerte y reivindicación
Años después, tras caer el último reducto realista del exvirreinato del Río de la Plata en el Alto Perú, el 1 de abril de 1825, Simón Bolívar la ascendió a coronel y le otorgó una pensión que recibió durante cinco años. Luego de la proclamación de la independencia de Bolivia, la Coronela intentó recuperar sus tierras, sin lograrlo, y murió en la miseria el 25 de mayo de 1862, a los 81 años en la provincia argentina de Jujuy. Fue enterrada en una fosa común.
Cien años más tarde, sus restos fueron exhumados y trasladados a un mausoleo construido en en la ciudad de Sucre, Bolivia, y en 2009 fue ascendida a Generala del Ejército argentino y mariscal de la república boliviana.
Las heroínas de nuestra independencia
Las historias de María Remedios del Valle y Juana Azurdy, protagonistas de los nuevos billetes de $200 y $500
La escuela siempre reivindicó a los varones: dueños de los símbolos, los monumentos y la canonización de la historia, pero junto a ellos, a la par, hubo mujeres que pusieron el hombro, lucharon con el cuerpo y la cabeza por nuestra independencia. La cronista más joven de Las12, quien fue a la secundaria al calor de Ni Una Menos, repone las historias de Juana Azurduy, Macacha Güemes y María Remedios del Valle, primeras feministas de nuestro territorio y defensoras de la unión latinoamericana. Azurduy y del Valle fueron reconocidas este lunes por el Poder Ejecutivo, al incluirlas en la nueva denominación de billetes del peso argentino.
En la historia argentina se recuerda a los grandes libertadores de la patria, a los hombres que lucharon por la libertad de los pueblos latinoamericanos, pero yacen en el olvido las madres de la patria y las mujeres que colaboraron en los procesos históricos que hoy conmemoramos. Tres de esas mujeres que la historia oficial dejó de lado fueron Juana Azurduy —la flor guerrera del Alto Perú—, Macacha Güemes —la espía— y María Remedios del Valle, la madre de la patria.
“La historia es una disputa por el sentido del pasado que impone una ideología en el presente” declara Lidia Inés Rodríguez Olives, profesora de historia. Explica que en esa disputa por el sentido del pasado, las mujeres mencionadas anteriormente —“y muchas otras también” agrega— son presas de un doble movimiento de violencia. “Si una se fija lo que se sabe de estas mujeres se va a encontrar con que es muy poca la información, siempre aparecen secundando la figura masculina”. Muy poco se sabe de lo que hizo Macacha Güemes como gobernadora, sobre las medidas que tomó o de la expedición auxiliadora del Alto Perú en la cual Juana Azurduy recibió a Castelli y otros revolucionarios en las haciendas de Yaipiri y Yurubamba.
En cuanto a la discriminación de género divisable en la historia oficial no solo se refleja en los relatos: en la actualidad, en la Catedral de Salta está la tumba de Martín Miguel de Güemes junto con la de su esposa, la mujer en el rol que para la aristocrática provincial corresponde a su género. Sin embargo, en los últimos años hubo muchos intentos de llevar a Macacha Güemes a la catedral pero todos estos fracasaron. “Podés tener una mujer en la Catedral pero tiene que ser “la esposa de”, —repudia Lidia—. Es inadmisible tener una revolucionaria como Macacha al lado de su hermano”.
La otra violencia a la que refiere la especialista es la que sufrieron todos los caudillos populares —entre los que se encontraban estas mujeres— en la disputa por la independencia. En las guerras de la independencia se libraban dos cosas. Por un lado la autonomía en relación a España y por otro la orientación y profundidad de la misma: “¿Una insubordinación solamente política o una revolución de carácter económico y también social?”. Junto a un ejemplo, Lidia Olives explica la violencia ejercida por la historia oficial para con estos caudillos populares: “Si vos vas a Salta, el monumento a Güemes ahora es un barrio de centro prácticamente, pero cuando se lo instaló estaba en las afueras y el centro de la ciudad de Salta en realidad retoma los nombres de personajes que estuvieron en contra de la orientación popular de la revolución”.
Cerca de la Revolución
Juana Azurduy Llanos, María Remedios del Valle Ríos Bravos y María Magdalena Dámasa Güemes son tres revolucionarias que representan la “revolución frustrada”, como la denomina Lidia. Juana Azurduy en representación de los sectores indígenas —sector que previamente había sido derrotado en la rebelión de Túpac Amaru—, Remedios del Valle que representa a los sectores afroamericanos —siempre postergados y discriminados— y Macacha Güemes en representación del gauchaje. “Todos los sectores despreciados por la historia oficial están encarnados en estas mujeres, por eso reafirmo la doble violencia, la de la historia y la de género” agrega.
El rol de las mujeres en las guerras de la revolución fue de suma importancia: “Siempre se pensó que las mujeres no fueron a las guerras sino que al igual que a Mariquita Sánchez de Thompson —y no por menospreciar su rol—, se las ponía en el lugar de mujeres adineradas que prestaban sus casas y tocaban el piano mientras los hombres discutían de política, y nos parece muy importante empezar a corrernos de ese lugar y pensar en las mujeres que efectivamente tuvieron acciones concretas en las guerras” cuenta Nadia Fink, editora de Chirimbote y autora de la saga Antiprincesas, que incluye a Juana Azurduy. Mujeres que ocuparon distintas labores como ser espías, reclutar personas, tomar las armas y luchar en combate, la mujer que cosió la primera bandera argentina, todas acciones concretas que fueron realizadas desde la clandestinidad.
Para entender mejor a estas mujeres, es necesario comprender su origen y sus mandatos sociales en relación a su situación social y económica. Macacha Güemes fue hija de aristócratas del norte argentino. “Su mandato era reproducir el privilegio, casarse con un descendiente de españoles y reproducir esa clase social” explica Rodríguez Olives. “Macacha rompe con su mandato en el momento en el que se alía con los sectores populares, porque justamente los hacendados del norte argentino deben sus riquezas a la explotación de estos sectores”. Por esto la rebelión de Macacha fue una rebelión clasista. Peleó en las guerras gauchas antes y después del 9 de julio y fue fundamental como asesora de su hermano: “Era una gran espía, reclutaba a todos los campesinos de los alrededores y era considerada la madre del pobrerío” cuenta Nadia.
La guerrera, Juana Azurduy, fruto de la mezcla entre su padre criollo y su madre indígena de Chuquisaca. “El mandato de los criollos y mestizos era denominado la purificación de la sangre, el criollo le va a disputar al español la situación privilegiada mediante la economía, conseguir una posición económica holgada y luego ascender en el privilegio de la sociedad que siempre lo tuvo como en segundo término” explica la profesora. Lo que el destino había escrito para Juana era que ella se casara con un criollo hacendado y así reproducir la mejora en la situación social que se había conseguido más nunca que se aliara con los de abajo y se desempeñara como guerrera para defender sus tierras. Sobre la crianza de Juana, Lidia cuenta: “Un dato que no es menor: en el esquema patriarcal, el que sigue la consigna familiar es el hijo varón. Sus padres quisieron tener varones pero tuvieron dos mujeres y Juana Azurduy recibió una educación que en ese momento correspondía a la de un hombre —por ejemplo, aprender a andar en caballo— justamente porque hay una necesidad de haber tenido un hijo, parecería ser que nunca se resignaron a no tener un hijo varón”.
Juana peleó junto a Manuel Padilla desde el Alto Perú, y resulta importante remarcar que no solo la libertad se logra para el Río de La Plata sino que la lucha era para liberar a toda América Latina. El matrimonio peleó en diversas revoluciones como la de Chuquisaca y la de Cochabamba. Participaron también en la primera expedición auxiliadora del Alto Perú y en la segunda junto a Belgrano. “Después de esta expedición, Juana y su esposo siguieron haciendo lo que se llamó Guerra de guerrillas que eran pequeños ataques en focos y lucharon junto a mujeres amazonas, a las cuales es importante destacar porque era un ejército de mujeres que peleaba junto a Juana y de las que hoy es difícil recordar un nombre” explica Fink.
María Remedios del Valle fue una afrodescendiente que vivió en Buenos Aires casi desconocida para la historia que se cuenta en los manuales. “En ese momento, el mulato era el sector más despreciado por la sociedad estamental. Para muchos de ellos la única forma de romper con esa sujeción social fueron las guerras de independencia, de ahí que surgieron escuadrones formados por hombres y mujeres negras porque solamente a través de la ruptura con una España tan aristocrática podían conseguir una especie de igualdad social”. Por esto es que tuvieron una participación tan crucial para su liberación dentro de estas guerras, explica Lidia.
Sobre Remedios, Nadia Fink clarifica: “Ella participó de las invasiones inglesas, peleó en el ejército de Belgrano, fue una de las niñas de Ayohuma; a pesar de que tenía más de cuarenta años se las trataba como niñas de todas formas, y tuvo seis intentos de asesinato”. María Remedios fue capitana del Ejército del Norte y aun así su nombre quedó en el olvido.
Otra mujer que aportó a la liberación de nuestros pueblos fue Martina Silva, una salteña que reclutó a todo un ejército completo para el 1812 en las guerras de Salta, triunfo muy importante posterior a la batalla de Tucumán. “También, otra figura imprescindible que no suele ser recordada en estas historias de revolución es la de Artigas y las lanceras, que fueron muy importantes para estas luchas” cuenta Nadia Fink.
Somos la historia
En mi experiencia, habiendo cursado primer año de la secundaria en el 2015 —momento en el que nace Ni Una Menos— hubo transformaciones en la enseñanza de la historia que sentí a flor de piel, no eran cambios en las materias, mas sí en las profesoras y sus lecturas sobre la historia. En la primaria, todos mis profesores fueron varones y nunca nadie me enseñó sobre las mujeres que formaron parte de la historia, hasta que entré a la secundaria y mi profesora de historia de primer año nos habló de la guerrera Juana Azurduy. En cuarto año, en un acto del día de la independencia, un grupo de chicxs tocó la canción de Mercedes Sosa sobre Juana y a varixs se nos llenaron los ojos de lágrimas.
Escuchar las historias de vida y lucha de estas revolucionarias nos daba ganas de pelear por nuestros ideales y dejarlo todo como ellas supieron hacerlo. Junto a mis compañeras, marchando, haciendo carteles, disputando espacios y debatiendo, liderando nuestras mini revoluciones y militando el futuro que tanto anhelamos. La lucha por la legalización del aborto, por implementación real de la ESI y por muchos otros reclamos es que nos agrupamos y movilizamos.
Si bien desde siempre las mujeres formamos parte de las revoluciones, hoy con el debate y el cuestionamiento constante de las normas, de mano con el feminismo que nos ayuda a revisar hechos históricos, es más visible nuestra participación en los procesos como también en las protestas que llevamos en la actualidad.
“Las mujeres, lesbianas, trans y travestis están haciendo revoluciones —a veces más grandes y otras más pequeñas— pero todos los días tratamos de construir incluso para las personas que vienen, para las niñeces y las jóvenas, un espacio donde pueda ser más visible nuestra historia y nuestra presencia en esto de revolucionar el mundo” reflexiona Nadia. También remarca la importancia de darle voz a la juventud y a las niñeces ya que parte la mirada patriarcal que acalló e invisibilizó tantas generaciones también silenció y no dejó formar parte de los debates a estos sectores: “es el adultocentrismo que se asocia a la construcción patriarcal que venimos sufriendo desde hace años” remata Fink.
Para ayudar a este proceso de formación es que Chirimbote, el 9 de julio, estrenó La liga anti-princesas 4 —un PDF de descarga gratuita, — la cuarta edición de un libro en el que retratan y cuentan la historia de muchas de las mujeres que pelearon por la independencia de América Latina.
*Esta nota se publicó originalmente en junio del 2020.
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