Por la boca de las urnas hablamos, por Edgar Arandia Quiroga

Por Edgar Arandia Quiroga / LA RAZON.- Una semana antes de las elecciones nacionales, fuimos a distendernos a la bahía de Guaqui, puerto donde las gaviotas marinas hicieron su hogar desde los años 40, atrapadas en los vagones del tren de carga y se adaptaron al lago. Decidimos dar un paseo en bote; desde la popa, una chola sonriente repartía fideos tostados para que estas aves nos persiguieran; así lo hicieron en gran número. Al bajar del bote nos dijo: Este domingo las bocas de las urnas van a hablar por nosotros. Jamachnaka (aves), eso dicen.

Hace algunas semanas comentamos el escepticismo democrático de Borges, quien, después de las elecciones en Argentina —luego de una sangrienta dictadura— manifestó que le habían refutado espléndidamente por sus resultados. Eso nos ocurrió a nosotros cuando entendimos la visión de la señora que delegaba su voz a las urnas dotadas de vida.

El rotundo fracaso de los grupos y asociaciones políticas coyunturales, todas conformadas para enfrentar al IPSP-MAS, fue debido a múltiples factores que ya todos reconocen, entre ellos el absoluto desconocimiento de la Bolivia profunda, a la que éstos califican como premoderna, ignorante y salvaje. El principal candidato de la derecha democrática, Carlos Mesa, nunca pasó la frontera cultural de la Pérez Velasco en La Paz, jamás llegó al Plan Tres Mil en Santa Cruz y menos al mercado Calatayud en Cochabamba, espacios de encuentro y entrelazamientos entre las urbes y áreas rurales. Estos son territorios donde se negocia, celebra y acuerdan acciones. No se acercaron a los cuerpos y por lo tanto no fueron capaces de intentar descifrar cómo se comportarían estas colectividades mayoritarias, para quienes todo tiene vida, desde la tierra hasta un automotor. Ante la arremetida restauradora del viejo orden republicano, restablecieron el silencio como arma de autodefensa, asimilada desde los tiempos cíclicos del awqa pacha, (tiempo de guerra) coloniales, durante la república, en el año de desgobierno que agoniza, y enfrentar a los grupos racistas y conservadores.

Durante la satanización al anterior gobierno del MAS, no dudaron en usar las peores artimañas jurídicas y comunicacionales que pusieron en manos de crápulas dispuestos a todo por recibir un estipendio jugoso; entonces, como arma, el silencio implicaba saber cernir el trigo del vidrio molido. Ocultaron los combustibles para impedir el desplazamiento en el área rural, sabían que ese voto leal al IPSP no podían voltearlo. Los campesinos caminaron varias leguas, comunidades enteras se desplazaron cargando el apthapi y llegaron a sus centros de votación. El silencio, como instrumento, obligaba caminar por los túneles interconectados que no ven desde la ciudad. Prometieron que el uso del carnet caducado sería válido para la votación ¿Sería cierto? El estar en silencio también implicaba desconfiar. Enormes filas en el Segip durante varias semanas, aseguraron que un posible pretexto de última hora no impediría hacer hablar a las urnas. Los restauradores republicanos aseguraron que el pueblo daría el voto castigo al MAS, pero usaron su gastado lenguaje de odio y estar en silencio comporta, sobre todo, saber oír y castigar al revés.

Ese domingo, en la iglesia de Guaqui, construida con los sillares milenarios de Tiwanaku, donde se venera al Tata Santiago y se baila morenada en su día (25 de julio), hicimos rebautizar con su nombre nuestro viejo automotor, con otras personas. Todo está vivo aquí, por eso se delega a las urnas para que hablen por ellos, por eso en tiempo de apronte belicoso es mejor estar: ¡Callaro… nomás!

Los derrotados en las urnas no salen del shock; prisioneros del internet, creen que hubo fraude. Deambulan en las plazas, confundidos, se resisten a creer que solo vivieron una ficción alimentada por grupos de poder que, desde la televisión y las redes sociales, aprovecharon precisamente eso que indilgan al mundo indígena y cholo, ignorancia. Algunas personas quieren irse a otro país y les responden que las puertas están abiertas de par en par, otros les dicen que más bien estudien la historia de Bolivia pero no en los libros de Carlos Mesa. Sin horizonte, sin líderes creativos, se desvanecerán un tiempo para volver a aglutinarse y conformar una oposición ciega. Las urnas hablaron y ahora empieza lo más difícil.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

https://www.la-razon.com/voces/2020/10/25/por-la-boca-de-las-urnas-hablamos/