La crisis de la verdad y la manipulación en la prensa boliviana

Por Rubén Atahuichi / LA RAZON.- Qué se sabe, finalmente, de la muerte de Julio Taborga en Puerto Quijarro, la madrugada misma del inicio del paro indefinido en Santa Cruz? ¿Murió golpeado a palazos en la cabeza, como contó su esposa, o asfixiado por los gases lacrimógenos de la Policía, como aseguró el “hijo” del infortunado?

Hasta el momento, deambula por algunos medios —muchos de ellos alternativos— y redes sociales lo que le contó la esposa de la víctima, que se encontraba junto a él durante los enfrentamientos entre bloqueadores y bloqueados: el hombre murió golpeado por quienes bloqueaban la vía en línea con el paro (cívicos).

Sin embargo, esa información, la voz propia de la víctima secundaria del hecho, no termina de ganar titulares como otros derivados del mismo caso. Muchos medios han hecho todos los esfuerzos por invalidar el testimonio de la mujer —que dijo que estuvo con él hasta el último momento y que vio las heridas— y se valen de otras versiones para generar contrainformación.

Primero se ocuparon por desviar la atención del hecho al escudriñar cómo el hombre llegó al bloqueo, quién lo movilizó y qué hacía en un punto de conflicto, como si fuera la razón real de la desgracia. Los titulares fueron algo así como que murió porque fue obligado a desbloquear, extremo que la mujer también desmintió.

Luego se pusieron a desacreditar al forense que certificó la muerte de Taborga por “traumatismo craneoencefálico y politraumatismo a causa de golpes en la cabeza” durante los incidentes. Todo, más allá de la responsabilidad del Ministerio Público de asignar a quien corresponda hacer ese estudio forense legal.

Finalmente, encontraron la contraparte ideal —facilitada por al abogado Jorge Valda— para echar por tierra los indicios señalados por el informe y el testimonio de la viuda: el hijo, sin comillas ni mayores reparos. Éste dice que su padre —sin comillas también— murió por asfixia de gases lacrimógenos disparados por los policías.

Y los titulares, sin comillas, sobre el hijo: Hijo de Taborga: “Mi padre murió por un gas policial”; Hijo vio que su padre, Julio Taborga, murió por granada de gas y que cívicos son inocentes, o Hijo del hombre que murió en Puerto Quijarro dice que la causa del fallecimiento fue el gas que lanzaron policías.

Sin embargo, no hay titulares del desmentido de la mujer, en un medio alternativo, ni hubo el empeño de los medios por volver al testimonio de la esposa.

La mujer habló en Puerto Quijarro con medios locales. Dijo que el joven que dijo ser hijo de Julio Taborga apellida Padilla no es suyo y, al contrario, es hijo de su cuñada; es decir, la hermana de su esposo fallecido.

Contrainformación sobre contrainformación. ¿Con qué fines? Es difícil comprender una cobertura periodística de esa forma. Si bien es complicado abordar un caso en medio de un conflicto cuya polarización es el caldo de cultivo, el esfuerzo debiera ser acercarse lo más posible al hecho.

El 6 de noviembre de 2019, durante la crisis poselectoral pasó algo parecido con la muerte de Limbert Guzmán, de 20 años, que se había incorporado a filas del grupo parapolicial Resistencia Juvenil Cochala (RJC). Los titulares apuntaban sin reparos a movilizados “afines al MAS”.

Esa vez, una de las hermanas dio la primera versión del hecho: había sido contratado (dio nombre de dos líderes de la movilización nacional) por Bs 300 al día para bloquear a favor de la RJC. Dos días después, la versión de los familiares cambió: bloqueaba por el país y era un héroe.

En su informe sobre la violencia en 2019, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) estableció: “La muerte de Limbert Guzmán no se produjo por agresiones o golpes en su contra, sino que fue resultado de un accidente por el uso de una bazuca artesanal, que explotó mientras la manipulaba sobre su hombro”.

Esa versión nunca llegó a ser titular.

Entonces hubo titulares como Fuego cruzado entre cocaleros y FFAA deja al menos seis muertos, sobre la masacre de Sacaba; Seis muertos por acción militar ante un atentado dinamitero en planta de YPFB o Una explosión en Senkata pudo causar una catástrofe de proporciones, sobre Senkata.

El GIEI desmintió esas versiones: no hubo fuego cruzado, el muro fue derribado a empujones y no a dinamitazos, y que nunca hubo intención de atacar la planta. Al contrario, encontró que, al menos en el caso de Sacaba, hubo ejecuciones sumarias y que los movilizados no se dispararon entre sí, como dijo el ministro Arturo Murillo y que lo reprodujeron los titulares.

Es la crisis de la verdad (y la manipulación), como diría Jose Ignacio Ramonet.

Rubén Atahuichi es periodista.

NOTA DE REDACCION: Plurinacional Info cambió el titular del presente artículo de opinión publicado por LA RAZON en este enlace:

https://www.la-razon.com/voces/2022/11/09/la-crisis-de-la-verdad/

Un estudio Delphi confirma la opinión generalizada sobre la prensa boliviana

Los medios promueven enfrentamientos, manipulan y actúan como políticos   

Boya.News.- Los canales de televisión, periódicos, radios y páginas digitales viven ensimismados en una confrontación política que daña su credibilidad, economía y organizaciones gremiales.

La mayoría (82,6%) de “un grupo selecto y plural de actores políticos, analistas, periodistas y especialistas en distintos ámbitos”, que participaron en el estudio Delphi hecho por la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES Bolivia), consideran que los medios de comunicación en Bolivia promueven enfrentamientos y conflictos, informan en función a sus propios intereses, manipulan y su credibilidad es de regular a baja.

“En general. ¿Usted diría que los medios de comunicación promueven enfrentamientos y conflictos en el país?” Es una de las preguntas del estudio, realizado del 4 de febrero al 6 de marzo del presente año. El 41,4% responde que promueven poco; el 41,4% que promueven mucho; el 12,1% que “no promueven nada” y el 4,3% no sabe.

El estudio Delphi, desarrollado en el marco del Proyecto de Análisis Prospectivo y Diálogo, “no es una encuesta ni tiene ninguna pretensión de representatividad. Solo expresa el criterio de las personas entrevistadas” (119), precisó FES Bolivia en la presentación del documento. Aclaró que el contenido no los compromete institucionalmente.

En el tema “Medios de comunicación”, los resultados preocupan y ratifican una percepción generalizada sobre los medios de comunicación y el periodismo boliviano, están sumergidos en una abierta confrontación entre oficialistas y opositores; atrincherados en posiciones irreconciliables, expresadas día a día en las publicaciones de periódicos, canales de televisión, radios y redes sociales.

Los medios de comunicación pregonan que son “independientes”, “imparciales” y que “informan con veracidad” porque “primero es la gente” y “dan todo por Bolivia”. Sin embargo, la realidad es otra. Están lejos de respetar los principios constitucionales que deben ejercer “mediante normas de ética y autorregulación de las organizaciones de periodistas y medios de comunicación”.

Es lamentable, pero las organizaciones de la prensa están cooptadas por oficialistas u opositores que las ponen al servicio de intereses particulares o de poder, como sucedió en el régimen de Jeanine Áñez, cuando la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia (ANPB) proclamó un “huracán de libertad de expresión”.

La ANPB pretendía, a través de un proyecto de decreto, “recuperar la libertad de expresión y garantizar los derechos de los trabajadores”, pero solo repetía el Capítulo Séptimo de la Constitución Política del Estado Plurinacional y no defendió a los trabajadores de la prensa despedidos de reparticiones públicas y medios estatales porque eran considerados ex oficialistas (masistas).

Pasado el tiempo, los opositores se volvieron oficialistas y los oficialistas retornaron a ser opositores, el nuevo gobierno también arrasó con trabajadores de la prensa que ingresaron a reparticiones y medios del Estado, la organización de la prensa tampoco defendió estos periodistas (golpistas). En general, se podría decir que retornaron a sus trincheras mediáticas para continuar su lucha contra un “gobierno dictatorial”, aunque haya sido elegido en las urnas con el 55% de los votos.

Los medios promueven enfrentamientos, manipulan y actúan como políticos