De Macbeth a Jeanine

Por Yuri Torrez / LA RAZON.- Como ninguno, el extraordinario escritor inglés William Shakespeare, con una gran maestría, tuvo la sagacidad literaria de retratar en sus diferentes personajes y tramas, la naturaleza humana. Uno de esos personajes fue Macbeth, que dramatiza los dañinos efectos físicos y psicológicos de la ambición política. Quizás, este personaje shakespeareano sirve para explicar la subjetividad de los tiempos actuales, especialmente de aquellos infatuados y prepotentes que, con la voluntad de poder nietzscheana, sus hechos solo desembocan en un triste final.

Al igual que Macbeth, los hombres y las mujeres ambiciosos no son capaces de enfrentar su destino y terminan destruidos por sus propias pasiones y el poder. Al parecer eso está sucediendo con la exmandataria Jeanine Áñez, que, en su condición de senadora, asumió el cargo presidencial en medio de actos inconstitucionales y hoy está sentada en el banquillo de los acusados.

En esos días turbulentos de noviembre de 2019, Áñez, enceguecida con los cantos de sirena, accedió ipso facto a la presidencia de Bolivia. Encandilada por los golpistas que le vaticinaban el fin del ciclo del Movimiento Al Socialismo (MAS), la expresidenta se infundió de ambición por el poder, ni siguiera su condición de abogada puso reparo a sus actos antes de asumir el cargo presidencial que estaban reñidos con la Constitución ni a los efectos legales que pesarían sobre ella.

O, quizás, pensó que era suficiente la movilización ciudadana precipitando la renuncia de Evo Morales para legitimarse como gobernante, para que en un cerrar de ojos y sin jurar ante nadie, se hiciera poner la banda presidencial con la protección de militares y policías. Sea como fuera, la exsenadora se autonombró ilegalmente presidenta de todos los bolivianos. Por esa razón, hoy enfrenta un juicio.

Obviamente, aquellos días aciagos de noviembre de 2019 fueron trágicos no solamente para la democracia, sino para los derechos humanos. Esa tragedia fue una tramoya de conspiración política. Y la tragedia continuó luego de que Áñez asumiera como presidenta: masacres, torturas y persecuciones políticas.

Pero, la tragedia no solamente fue para las víctimas del golpe de Estado o para el pueblo boliviano, sino inclusive para algunos de los responsables de este hecho ominoso que están enfrentando las consecuencias de sus actos y otros, fugados. Estar en la cárcel para cualquier persona ya es una tragedia, para ella y su familia. A diferencia de otras tragedias —como las de aquellas familias que perdieron a sus hijos, hermanos, esposos o padres por las masacres ordenadas por Áñez—, la tragedia de la expresidenta es por su propia responsabilidad personal.

Hoy, en la cárcel de Miraflores, Áñez quizás reflexiona sobre la gravedad de los hechos que cometió, momentos antes de su autonombramiento presidencial y posteriormente como mandataria, y sabe que el camino del juicio es muy complicado para ella: su defensa jurídica no tiene muchos argumentos legales para salvarle de una condena inminente. Por eso busca politizar su caso. Por eso hace una huelga de hambre para convertirse en una víctima política para que la oposición tenga una bandera para urdir el discurso de la persecución política del oficialismo. De allí, la teatralización política apoyada, además, por los medios de comunicación del establishment, para escenificar no una escena dramática, sino melodramática. O sea, con Macbeth puede verse como una advertencia acerca de los peligros que entraña la ambición. Entonces, Áñez no es una presa política, sino que fue presa de su ambición política.

Yuri Tórrez es sociólogo.

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