La Masacre de Todos Santos, 42 años de impunidad

Por Mónica Arrien / LA RAZON.- El 1 de noviembre de 1979, Alberto Natusch Busch, coronel del Ejército, dio un violento golpe de Estado “dirigido a evitar un juicio de responsabilidades” contra el dictador Hugo Banzer (1971-1978). A 42 años de ese episodio, la impunidad sigue campeando.

Mediante un comunicado radiofónico se anunciaba que Natusch Busch arrebataba el poder al presidente interino Walter Guevara Arze, en lo que luego se recordaría como la “Masacre de Todos Santos”. El militar se alió al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en una arremetida que le costaría al país cerca de un centenar de muertos y desaparecidos, y al menos 500 heridos de bala.

“Por el golpe de Natusch Busch no se hizo nada, es uno de los más impunes (de la historia). Fue sorpresivo y violento en exceso, ese domingo en una incipiente feria en El Alto ametrallaron a personas y los ciudadanos que trataron de resistirse con barricadas fueron asesinados, fue un mecanismo para archivar el juicio de responsabilidades que se seguía a (Hugo) Banzer”, recuerda Nila Heredia, víctima de la dictadura y presidenta de la Comisión de la Verdad.

“Ningún militar, civil o mercenario fue juzgado (por la masacre de Todos Santos), siendo una deuda moral que se debe honrar por los cientos de heridos, muertos, minusválidos y huérfanos que dejaron Natusch y sus cómplices del MNR”, afirmó hace unos años a La Razón el antropólogo Édgar Arandia.

Él vivió en carne propia los horrores de la dictadura de Natusch Busch, que se aseguró tener el control desde el aire. El Ejército no dudó en movilizar sus aviones para disparar contra barricadas ciudadanas que se resistían a que la democracia les sea arrebatada. 

El militar había sido ministro de Agricultura y Ganadería y de Asuntos Campesinos y Agropecuarios de Banzer, entre 1974 y  1978. También fungió como presidente del Banco Agrícola.

El cruento episodio estalló justo cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) cerraba una asamblea histórica en la ciudad de La Paz, con un triunfo diplomático que puso en alto la reivindicación marítima boliviana.

El golpista decidió no dar lugar a la mínima protesta a su toma del poder, pero no pudo contenerla. La Central Obrera Boliviana (COB) organizó una huelga general indefinida y los brotes de rebeldía en centros mineros de Potosí y Oruro no tardarían en germinar.

Heredia rememora: “Fueron jornadas terribles ante una masiva protesta ciudadana y felizmente (Natusch) dejó el Palacio, pero dejó la cama tendida para que haya otro golpe militar contra (Lidia) Gueiler”, el 17 de julio de 1980, por parte del general Luis García Meza.

Documentos dan cuenta de que la corta dictadura de Natusch Busch (apenas 16 días) fue demasiado violenta e innecesaria, más que para librar de responsabilidades a Banzer, su compañero del Ejército.

Un ejército que “había perdido su razón de ser, que es garantizar la soberanía y la integridad territorial”, dice Heredia. En un análisis histórico, para la exministra de Salud, las Fuerzas Armadas incorporaron, en la década del 70, una lógica basada en que el enemigo del país no estaba fuera de las fronteras, sino dentro.

 “El enemigo eran las organizaciones populares, los partidos de izquierda, los sindicatos, porque estarían poniendo en riesgo la soberanía de Bolivia, pero lo que uno no sabe es: ¿qué entienden por soberanía?”, se cuestiona.

Finalmente, “después de chantajear con la renuncia de Guevara y la sucesión de Gueiler”, según Heredia, Natusch Busch no pudo con las presiones internacional, civil y empresarial y abandonó el Palacio por la puerta trasera. Al final, murió sin castigo, en noviembre de 1994 en Santa Cruz, a los 61 años.

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