Fractura: fraude y/o golpe

Por José Luis Exeni / LA RAZON.- ¿Es posible superar como sociedad el quiebre producido en la coyuntura crítica del año 2019? ¿O será una fisura no solo tatuada en nuestra memoria, cicatriz, sino anticipo de futuras, renovadas, batallas? ¿Cuál es, si acaso, la naturaleza y profundidad de la división? Hay quienes sostienen que aquel año-hito reafirmó una polarización política exacerbada, que se prolonga hasta hoy como disputa de relatos. Sigo pensando, es una hipótesis, que en realidad hubo fractura.

Sea polarización irresuelta, sea esquina rota, la caracterización de la coyuntura crítica continúa pendiente. ¿Qué pasó en octubre-noviembre de 2019? Están los hechos: unos incontrastables, otros más bien confusos. Predominan las “narrativas”. Hay percepciones. Un reciente estudio de la Fundación Friedrich Ebert (FES) nos brinda señales interesantes. Se indagó la adhesión de ciudadan@s y liderazgos respecto a cuatro relatos persistentes en la conversación pública.

¿Fraude electoral o golpe de Estado? Más que respuesta binaria, hay cinco sentires con similar equivalencia. 1) Los que creen que hubo fraude (seguido de primavera democrática). 2) Los que aseguran que se produjo un golpe (seguido de gobierno de facto). 3) Los que piensan que hubo fraude y golpe (“ambos dos”, como dicen los sociólogos). 4) Los que opinan que ni fraude ni golpe (quizás irregularidades, tal vez ruptura del orden constitucional). 5) Los indiferentes (esos).

La mirada entonces es más compleja que la sola bipolaridad (mi) verdad versus (tu) mentira. ¿Qué hacer? ¿Cuál es, si hubiese, la salida? Aquí habitan otros dos relatos. Una minoría, probablemente hastiada, manifiesta: “los conflictos quedaron en el pasado, el país tiene que seguir adelante”. Algo así como borrón y cuenta nueva. La amplia mayoría, en cambio, sostiene que las vulneraciones a los derechos humanos no pueden quedar en la impunidad: debe haber justicia (con debido proceso).

Concedamos entonces que la coyuntura crítica de 2019 admite varias interpretaciones, algunas como cuestión de fe, que difícilmente se decantarán en el corto plazo (más allá de la deriva penal). Y que la exigencia irrenunciable es por esclarecimiento, reparación, justicia (creo que la línea roja son las masacres de Sacaba y Senkata). Aquí el estudio de la FES aporta una paradoja: la superación del quiebre pasa por garantizar justicia, pero muy pocos confían en la administración de justicia.

Los discursos, la agenda mediática, las redes sociodigitales muestran que la polarización política está instalada en la normalidad y tendrá mayor/menor intensidad según banderas y períodos. ¿Y la fractura, las cicatrices? “¿Podremos (con)vivir juntos?” ¿Queremos?

FadoCracia derribadora

1. Winnipeg, Canadá. Manifestantes derriban estatuas de las reinas Victoria e Isabel II (“los rostros del colonialismo”). Están con ira por los restos de niños descubiertos en fosas en antiguas escuelas indígenas. 2. Bristol, Inglaterra. Manifestantes derriban una estatua del comerciante de esclavos del siglo XVII Edward Colston. La lanzan al mar. 3. Popayán, Colombia. Un grupo de indígenas de la comunidad Misak derriba la estatua del conquistador español Sebastián de Belalcázar. Buscan “reivindicar la memoria de ancestros asesinados y esclavizados por las élites”. 4. Portland, Estados Unidos. Una multitud derriba una estatua de George Washington y prende fuego a su cabeza. El grito que convoca es “colonialista genocida”. 5. La Paz, Bolivia. Un grupo intenta derribar la estatua de Cristóbal Colón. Su rostro es cubierto de pintura negra y pierde la nariz. 6. Cinco noticias, cinco lugares, dos palabras comunes: estatua y derribar. El trasfondo es un memorial de agravios del colonialismo. 7. Los que erigen estatuas, casi siempre vencedores, saben que “el otro”, derrotado, las puede derribar. 8. Y sí, también hay que cuidar el patrimonio. Como las cenizas. Y las plantas.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

https://www.la-razon.com/voces/2021/08/08/fractura-fraude-y-o-golpe/