Aviones, helicópteros y la mala memoria del general Terceros, por Julio Peñaloza

Por Julio Peñaloza Bretel/ LA RAZON.- Para quienes suelen treparse a algún púlpito en el plan de ofrecer directrices sobre los deberes del periodismo, es oportuno hacer notar que no todos juegan a la dicotomía del fraude o golpe de Estado, en estos tiempos postraumáticos de interrupción de la democracia y autoritarismo de transición producida entre el 12 de noviembre de 2019 y el 7 de noviembre de 2020.

El 20 de octubre de 2019 pudo haberse generado un fraude electoral y eso no quita que a continuación, como producto de la indignación por aquel hecho, también resultara posible optar por una salida inconstitucional luego de la renuncia del presidente Evo Morales. Una vez producida la sucesión, sobre la que venimos abundando en argumentos acerca de los motivos que nos llevan a afirmar que la asunción de Jeanine Áñez estuvo caracterizada por la ilegalidad, el gobierno que la exsenadora encabezó disponía de todos los instrumentos, incluido el año de ejercicio del poder, para encontrar pruebas reales e incontrastables sobre el presunto fraude. No sucedió aquello. El informe vinculante de la OEA, admitido en esos términos por el gobierno de Evo Morales, nunca llegó a demostrar técnica y jurídicamente en qué consistió con precisión y detalle el proceso fraudulento, esto es, en qué mesas electorales se habría producido, con la manipulación de qué y cuántas actas para fraguar los resultados planeados a la medida del binomio del MAS, y así sucesivamente para llegar a la conclusión de cuántos votos o qué porcentajes fueron finalmente los registrados como fraudulentos.

En consecuencia, lo que tenemos hoy siguen siendo consignas: “Fraude monumental” o “no fue golpe, fue fraude”, y otras frases de prosapia republicana, trasladadas a las redes sociales con las que no se demuestra absolutamente nada. En cambio, sobre la sucesión inconstitucional los datos verificables son cada vez más evidentes en los planos político (Asamblea Legislativa), militar (sugerencia de renuncia y movimientos de efectivos), policial (motines y represión callejera) y ciudadano: civiles “haciendo justicia” por mano propia como la Unión Juvenil Cruceñista y la Resistencia Juvenil Cochala. Supongo que a eso, un personero de la corporación de opinadores que publica a control remoto le llama “formidable convergencia de fuerzas sociales e institucionales”.

TERCEROS. Capturados el pasado 3 de julio los excomandantes de la Fuerza Aérea Jorge Gonzalo Terceros y de la Armada, almirante Gonzalo Jarjuri, conviene recuperar algunos indicios sobre la participación del primero en la administración de aeronaves militares entre el 9 y el 12 de noviembre de 2019, días en los que Evo Morales dejó el gobierno para ser sustituido por la senadora JeanineÁñez.

En la edición del 20 de junio de esta serie periodística (Memoria y Archivo, Los senadores que impusieron la presidencia de JeanineÁñez) publicamos la siguiente versión con respecto de los contactos que mantenía Tuto Quiroga con el entonces comandante de la Fuerza Aérea, Jorge Gonzalo Terceros: “Tuto Quiroga se encargó de comprometer al comandante de la Fuerza Aérea, Gral. Jorge Gonzalo Terceros, para que tal condición (la salida de Evo Morales del país), previa a cualquier diálogo, se cumpliera. Las representantes del MAS que conversaron con Quiroga entre el lunes 11 y el martes 12 (Salvatierra, Morales, Rivero) no sabían que cuando Evo Morales, Álvaro García Linera y Gabriela Montaño aterrizaron en Chimoré (domingo 10 por la noche), estaban siendo inicialmente conducidos a la zona militar del aeropuerto muy probablemente para ser detenidos, decisión cambiada por el piloto de la nave ante una advertencia hecha por García Linera que dijo que con la marea cocalera que esperaba en la plataforma principal podía generarse una tragedia espeluznante. Una vez en tierra, los exmandatarios y la exministra de Salud fueron envueltos por sus compañeros hasta ser internados monte adentro, donde policías y militares no pudieran llegar para capturarlos”.

ALIADOS. Ortiz, Murillo y Núñez, los excolegas de Áñez que la llevaron al poder e impulsaron su candidatura. Foto. La Razón-archivo

En su edición del miércoles 7 de julio, producto de una entrevista concedida a la red Uno de televisión, el diario El Deber apunta siete mentiras establecidas por Álvaro García Linera con respecto de la declaración informativa ofrecida por el Gral. Terceros al fiscal Omar Mejillones (3 de julio, hs. 23.17) en calidad de sindicado. Entre ellas figura la relacionada con nuestra versión periodística que queda confirmada: “García Linera dijo que Terceros mintió al decir que se reunió con Evo Morales el 10 de noviembre; también aseguró que el exjefe militar ordenó guardar el avión presidencial para que no traslade a Morales de El Alto a Chimoré y que, una vez en el Chapare, los hizo aterrizar en el hangar militar y no en el aeropuerto. Opinó que su intención era detener al exmandatario y al exvicepresidente.” Esta información ya se conocía gracias a una conversación sostenida en diciembre de 2019, en Buenos Aires, con una fuente confiable, ciudad en la que Evo Morales, en su calidad de refugiado político, en entrevista ofrecida a la emisora televisiva C5N, el 15 de ese último mes del año, apuntó al Gral. Terceros como “principal golpista”.

Leída con detenimiento y detalle su declaración informativa ante la Fiscalía, es evidente que el excomandante de la Fuerza Aérea Boliviana no fue preguntado por el episodio del hangar militar de Chimoré. Habría sido interesante tener alguna respuesta para comprobar hasta qué punto el ahora jubilado militar estaba diciendo la verdad. Cuando se le consultó si conocía a JeanineÁñez, a líderes cívicos y a otros políticos, fue tajante: “No conozco a nadie”. Pero cuando el fiscal, a continuación, requiere respuesta sobre si entre el 10 y el 12 de noviembre de 2019 habló con Tuto Quiroga, dice textualmente: “No recuerdo haberme comunicado con él”. Si se comparan ambas afirmaciones, la una es rotunda e indiscutible, mientras que la otra es de esas en que para no mentir, se decide salir por la tangente, pretextando olvido. Lo interesante de esta parte de la conspiración que terminó con la caída de Evo Morales es que Quiroga no desmintió autorizaciones de vuelos y llamados por celular que el lunes 11 de noviembre se produjeron para que una vez convenida la salida de Evo en avión mexicano, vía Paraguay, las representantes masistas aceptaran sentarse a conversar en la Universidad Católica con quienes fueron durante 48 horas dueños del destino constitucional del país, sin sustento representativo y jurídico alguno, por obra y gracia de la jerarquía eclesiástica que convocó a una primera reunión el mismo domingo 10 de noviembre.

Para que no haya ni la más mínima duda acerca de la actuación de Tuto Quiroga, LA RAZÓN se encargó de recordárnoslo en su edición digital del 7 de julio: “ Tras la dimisión del presidente Evo Morales, el exmandatario Jorge Tuto Quiroga admitió, el 12 de noviembre de 2019, que gestionó con autoridades de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) el vuelo del jefe del MAS rumbo a México, donde estuvo asilado por un mes (…). ‘A todos ustedes quiero pedirles disculpas, que comprendan que ayer tuve que hacer algo que nunca pensé que iba a tener que hacer, gestiones con la Fuerza Aérea Boliviana para que el tirano salga de Bolivia, a fin de que pacifiquemos el país’, comentó en un video que fue difundido en redes sociales, pero luego fue retirado”.

SALUDO. La llegada de Morales a México, tras una odisea en Bolivia. Foto. La Razón-archivo

MÉXICO. En este contexto, en mi columna Contragolpe del 5 de diciembre de 2020, afirmé lo siguiente: “… decirle cobarde a Evo Morales por haber salido del país en noviembre del año pasado, cuando fue él (Tuto) quien intercedió ante el Gral. Jorge Terceros, comandante de la Fuerza Aérea, ya que del puñado de golpistas entre los que por esas horas se movía (…) era el más lúcido: ‘Si Evo Morales se queda en el país, el nuevo gobierno no aguanta’, pensaba, por lo que era aconsejable que se le diera el visto bueno para salir hacia México vía Paraguay.” Con este significativo dato, quienes afirman que el lunes 11 de noviembre, Evo y Álvaro todavía mandaban sobre las Fuerzas Armadas, buscan vanamente desvirtuar los hechos conspirativos aquí descritos.

Dice Terceros que solo estuvo para la foto en la conferencia de prensa ofrecida por el Gral. Williams Kaliman cuando “sugirió” a Evo Morales renunciar. En otras palabras se trataba, según su declaración jurada, casi de un convidado de piedra, ante lo que cabría preguntarle: ¿Quién autorizó los vuelos de los aviones T-33 el 9 de noviembre sobre Achacachi y Viacha? ¿Quién ordenó los vuelos rasantes sobre La Paz de los aviones K-8 el 11 de noviembre en plan de amedrentamiento? La respuesta a esta última pregunta la dio el propio Kaliman a radio Fides en diciembre de 2019: Él mismo junto a sus comandantes. Sigamos. ¿Quién facilitó el helicóptero H425Z-9 Harbin para que Jeanine Áñez y Óscar Ortiz pudieran llegar hasta el Colegio Militar de Ejército de La Paz el lunes 11 de noviembre, a objeto de reunirse minutos después con Luis Fernando Camacho, que los esperaba en el hotel Casa Grande? Se sabe que ese mismo helicóptero, el H425, es el que se utilizó para disparar sobre la población civil en Senkata el martes 19 de noviembre. Estas preguntas llevan a una conclusión incontrastable: había una coordinación civil militar que facilitaba tareas y en ese contexto encaja perfectamente el rol jugado por el padre de Camacho (José Luis) que se habría acercado a militares y policías “para que no salieran a reprimir al pueblo” o, dicho de otro modo, para que se insubordinaran violando la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas contra su Capitán General, Evo Morales.

Los comandantes de los regimientos Calama, Ingavi, Bolívar, Bilbao la Vieja, Lanza, Ayacucho y del Batallón Vidaurre decidieron no intervenir en la crisis porque consideraban peligrosísimo entrar en acción sin un panorama con órdenes expresas. En ese contexto, es el mismo Terceros quien declaró ante el Ministerio Público que el Gral. Gróver Rojas increpó a Kaliman pidiéndole que “ordene que salgan a los militares para defender al pueblo”, a lo que el Comandante en Jefe respondió “qué pueblo vamos a defender, porque los dos que se están enfrentando son el pueblo.” Este panorama deja en claro las tensiones instaladas entre comandantes y Estado Mayor, estructura de la que formaba parte el Gral. Rojas, el Gral. Luis Fernando Valverde (con detención preventiva por los hechos de Senkata desde el 1 de abril) y el Gral. Sergio Orellana, que sucedería en el Comando en Jefe a Kaliman, una vez consolidada la presidencia de Áñez. En la actualidad, Orellana, el “desaparecido en acción” en noviembre de 2020, se encontraría en algún lugar de Colombia debidamente camuflado por los habitantes de alguna ciudad populosa.

CONFERENCIA. El Alto Mando militar, cuando ‘sugirió’ la dimisión de Evo Morales. Arriba, de azul, el comandante Jorge Terceros.

En los últimos 15 días, el brazo mediático que jugó un rol determinante de consolidación del gobierno de JeanineÁñez patalea duro y parejo en el frenético intento de querer tapar el sol con un dedo.

Quiere instalar la idea de que Evo pretendía incendiar La Paz con 2.000 personas. Que García Linera dijo que 15.000 campesinos generarían un baño de sangre si no permitían el despegue del avión hacia México. Que Evo debe declarar ante la Fiscalía por pirómano. Que la Iglesia Católica les ofreció la presidencia a una senadora y a una diputada del MAS. Que esto. Que aquello. Y lo de más allá. Es decir, convirtiendo el ejercicio periodístico en un manojo de conjeturas, del dice que dice, cuando las verdades materiales de lo acontecido se encuentran en los hechos consumados, no en las suposiciones o en las interpretaciones forzadas de los colaboracionistas del golpe o de los analistas de manual. Será por la insosteniblidad de sus pretendidos argumentos que varios de ellos dejaron de redactar esos penosos panegíricos en forma de columnas de opinión y emprendieron la retirada, una vez recuperada la democracia a través del voto popular.

ORTIZ. Los militares no iban a tomar el poder, aunque a Luis Fernando Camacho una junta civil militar le pareciera la mejor fórmula.

Una decisión de semejante vuelo significaba un golpe al estilo de los años 70, por lo que había que maquillar con un delgado revestimiento “lo más cercano a la Constitución”, la resolución final luego de conseguido el derrocamiento de Evo Morales. En ese contexto, el jugador decisivo se llama Óscar Ortiz Antelo, senador del Movimiento Demócrata Social (MDS), que preguntó a Adriana Salvatierra y Susana Rivero el martes 12 de noviembre “¿qué hacen ustedes aquí? (Universidad Católica) Esto hay que resolverlo en la Asamblea.” Se sabe que en las reuniones auspiciadas por curas y embajadores, Ortiz ni se sentó en la mesa. No abrió la boca. Su discreción era estratégica.

¿Quién pregunta hoy por Ortiz? Nadie. Puede darse el lujo de tomar café con el editor de un diario cruceño a media mañana de un día cualquiera en un café del Tercer Anillo. Puede escribir y publicar sobre la ausencia de Estado en el diario paceño de la derecha, cuando es bien sabido que quien condujo todo el operativo en el Senado para colgarle la banda presidencial a Jeanine Áñez sin posesión en la Asamblea fue él, con el acompañamiento de su colega y entonces amigo Arturo Murillo, quien pasaría al frente de las acciones gubernamentales a partir del 13 de noviembre cuando fue posesionado como ministro de Gobierno.

Ortiz acompañó en helicóptero militar a Jeanine para aterrizar en Irpavi (Colegio Militar de Ejército) y reunirse con Camacho, el macho alfa de la revuelta cívica “pitita”. Lo suyo era el razonamiento con vistas a quitarle la personería jurídica al MAS, pero eso hubiera sido encaminado si Áñez no se tragaba la versión de que el plan de su colega era generar un par de movidas en el Senado para reemplazarla poco tiempo después en la presidencia, intriga a cargo del murillismo, que impuso el estilo atrabiliario y represivo que le significó un desgaste que permitió la recuperación de la musculatura masista. En buenas cuentas, Ortiz tenía un proyecto político, y Murillo un proyecto personal —por eso está preso en Miami, ya se sabe con detalle— que terminó siendo funcional a los intereses del partido azul.

Ortiz continuó como senador, probablemente barajando posibilidades acerca de su influencia en el gobierno transitorio hasta que la pandemia trastocó los planes de la propia presidenta y de su mano derecha que sin pudor le corregía al oído frente a cámaras, y que obligaron a la reorientación gubernamental, al extremo de que el propio Ortiz quedó fuera de combate aquejado por la enfermedad que lo postró durante aproximadamente un mes. Cuando estuvo listo para volver, Murillo ya se había consolidado como el Taita del poder y las ambiciones ideológicas y estructurales de Ortiz habían quedado en el canasto. Todo se había reducido a perseguir, encarcelar y extorsionar a masistas y a quienes lo parecieran; de hacer negocios con barbijos, respiradores, gases lacrimógenos, y con lo que se pudiera, al punto que el senador cruceño terminó destituido del cargo de ministro de Economía por la presidenta a la que él había encumbrado a la silla, al declararse contrario a la privatización de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (ELFEC), gestión en la que, por supuesto, también mandaba Murillo. Los esfuerzos civiles y militares terminaron desembocando en una desastrosa transición que terminó con el regreso del MAS al gobierno, más temprano de lo previsto, producto de una suma de atropellos y atrocidades.