La derecha boliviana vuelve con su relato de fraude

POR EDMUNDO NOGALES / REBELION.- Luego de la gran victoria del Movimiento al Socialismo el año 2005 con el 54%, consagrada como la primera elección en la que una organización política obtiene más de la mitad de los votos desde que en 1982 se recuperó la democracia, la derecha intentó deslegitimar el resultado con el argumento mentiroso del fraude.

Durante varios años el MAS continúo creciendo en apoyo, con el referéndum revocatorio que ratificó al MAS (2008 con el 67,4%), la aprobación de la Nueva Constitución Política del Estado (2009 con el 61.43%), las elecciones nacionales del año 2010 (64,22%) y manteniendo un gran apoyo en las elecciones nacionales del 2014 (61,36%). Sin embargo, el año 2016 comienza el desgaste en el apoyo, con la polarización en torno a Evo Morales, se pierde el referéndum ese año con el 48,7 %, manteniéndose una tendencia leve de caída que continuó el año 2019 (47%).

Los resultados del 2016 y 2019 fueron promovidos desde una articulación de campaña en medios de comunicación y redes sociales que dejaron asentadas dos ideas: corrupción con el “caso Zapata” el 2016, y la idea de fraude el 2019.

Ambas ideas llevaron el discurso de dictadura por detrás y sirvieron para movilizar a sectores de jóvenes en las ciudades capitales del país, con un despliegue logístico articulado desde los gobiernos subnacionales (alcaldías y gobernaciones) controlados por la derecha, hasta el apoyo empresarial nacional y extranjero que fue desenmascarado con los beneficios otorgados a través de contratos y medidas gubernamentales a su favor en la gestión de facto de Jeanine Añez.

Hoy el discurso de fraude se reaviva buscando acelerar el desgaste gubernamental de la izquierda, que en su momento tomó años lograr a la oposición y que en esta situación de crisis económica y pandemia es aprovechada para ese cometido.

La estrategia de posicionamiento de la idea de fraude se mantuvo como forma de deslegitimar las victorias del Movimiento Al Socialismo y, luego de las elecciones nacionales del año pasado, quedó en manos del ala más violenta de la derecha, representada por Luis Fernando Camacho, Carmen Eva Gonzáles, Tuto Quiroga entre otros. Es retomada este 2021 por la mayoría de los medios de comunicación privados que articularon el mensaje de tal forma que lo convirtieron en tema de agenda cotidiana y discusión vigente.

Opositores que reconocieron la legitimidad y transparencia de las elecciones de octubre del 2020 en las que ganó Luis Arce, volvieron a hablar de fraude para entrar en la resonancia de la caja de mensajes; ese es el caso de Carlos Mesa, quien en octubre reconoció que las elecciones 2020 fueron transparentes pero que estos últimos días retoma mensajes que posicionan la idea de fraude hablando del proceso electoral del 2019. La campaña también es escoltada por columnistas de derecha, como Puka Reyesvilla o Diego Ayo, y en redes es articulada bajo la idea de que todo resultado del MAS es fraude y debe ser desconocido. Esa campaña también se alimenta de las encuestas, que deliberadamente durante varios años comenzaban con resultados bajos para el MAS y al final trataban de acercarse al resultado real en los últimos días.

El manejo del contexto también es parte de la estrategia, en los últimos días se mostró el manejo de noticias extranjeras que tocan la temática de fraude, periódicos locales empezaron a escribir y publicar notas sobre temas de fraude en Estados Unidos, Ecuador, Rusia e inclusive Birmania, todo ello con el fin de alimentar un ambiente proclive a pensar en esa idea.

Ese manejo articulado del contexto en medios de comunicación, opinión pública, redes sociales, y en cada espacio de movilización, desde protestas de calle hasta campañas electorales, alimentan una sombra de violencia que anda detrás del mensaje con la amenaza de desconocer la institucionalidad democrática y generar las condiciones de un nuevo golpe de Estado similar o más organizado que el que Bolivia sufrió en noviembre de 2019.

Esta estrategia busca aprovechar la situación de crisis económica y pandemia para no permitir que el MAS termine su gestión de gobierno el 2025, con una hoja de ruta de acuerdo a los siguientes pasos:

  1. Reacomodar a los actores más violentos de ultraderecha, con algunas Alcaldías o Gobernaciones actuando como escudo de grupos irregulares en sus regiones: Luis Fernando Camacho protegiendo a la Unión Juvenil Cruceñista, Manfred Reyes Villa haciendo lo propio con la Resistencia Juvenil Kochala, Horacio Poppe Inch en Chuquisaca, Carmen Eva Gonzales en Pando, Oscar Montes en Tarija e Iván Arias en La Paz. Cabe señalar que todos los nombrados son actualmente candidatos de la ultraderecha en varios lugares del país.
  2. Dejar sembrada la idea de que las victorias del MAS son resultado de fraudes y que por tanto deben ser desconocidas.
  3. Buscar un proceso acelerado de desgaste del MAS aprovechando la crisis económica y la pandemia.
  4. Deslegitimar a los sectores sociales que apoyan al MAS.
  5. Generar el ambiente de convulsión pregolpista, similar o mayor al vivido en la segunda mitad del año 2019, para no permitir que el MAS concluya su mandato hasta el 2025, ya sea a través de un referéndum revocatorio o si no es posible, con la toma violenta del poder como lo hicieron hace año y medio.

La amenaza violenta junto a una campaña de desprestigio de las instituciones democráticas, se está convirtiendo en la vía de la ultraderecha para tomar el poder. Ese mensaje se vio en Estados Unidos con el discurso de Trump que llevó a que por primera vez en su historia se irrumpiera en el Capitolio; se muestra también en Ecuador, luego de la primera vuelta electoral, para evitar que Andrés Aráoz gane el gobierno, y es utilizado para desconocer el apoyo legítimo de gobiernos y proyectos de izquierda en la región.

Esto sucede porque la situación abierta por la combinación de la crisis económica con la crisis sanitaria genera las condiciones para que la izquierda asuma la conducción política de la región ante el fracaso de las políticas neoliberales que no logran solucionar la situación crítica. Sin embargo, como ha sucedido en este tipo de momentos en la historia, el fascismo se convierte en el arma última de los grandes empresarios para evitar políticas que reduzcan las desigualdades. Recurrir al perro rabioso del fascismo para tomar el Estado y usarlo para mantener sus niveles de ganancia cargando el costo de las crisis en el pueblo se convierte en una opción para las oligarquías regionales.

Similar escenario se gestó luego de la gran depresión en los años 30 en Europa y terminó con el ascenso del fascismo; hoy esa amenaza reaparece de la mano de la ultra derecha en Nuestra América, desde Trump, Bolsonaro, Duque, Luis Fernando Camacho, Nayib Bukele y muchos otros en la región.

Que no nos tomen desprevenidos como una crónica de tragedias anunciadas, estamos a tiempo de reaccionar.

Resurge la campaña de la derecha con el discurso de “fraude”