PAGINA 12, BUENOS AIRES.- Carlos Menem murió este domingo en el Sanatorio Los Arcos de la Ciudad de Buenos Aires, donde estaba internado desde hacía un tiempo por una infección urinaria.
En 1910 arribaba desde su Siria natal al puerto de Buenos Aires el matrimonio de musulmanes sunnitas de Saúl Menehem y Mohibe Akil. El empleado de Migraciones, simplificó el apellido: escribió “Menem” y así quedó para la historia. En 1930 nació Carlos Saúl en Anillaco, pueblito perdido en La Rioja, provincia de caudillos y montoneros. Vio por primera vez a Perón y Evita en 1951 cuando viajó a Buenos Aires con el equipo universitario de básquet, y se deslumbró. No sabía en ese momento que sería el encargado de demoler el edificio de justicia social y soberanía económica que le había deslumbrado, tarea en la que habían fracasado las dictaduras más antiperonistas.
El hombre nació para una cosa pero hizo la opuesta. Carlos Saúl conservó la religión de sus padres mientras militó en el peronismo en la época de proscripciones y persecuciones. Ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba en 1949 y, dos meses antes del golpe que derrocó a Perón en 1955, se recibió de abogado. Al año siguiente fue preso, acusado de conspirar en el peronismo. Y cuando salió en libertad en 1957, fundó en la clandestinidad riojana a la Juventud Peronista.
Carlos Saúl jugó en la dura cultivando la mística de la montonera riojana. Como el Justicialismo estaba prohibido, fue candidato a diputado de la Unión Popular en 1963 y no pudo asumir por el golpe militar de ese momento. En 1964 iba ser candidato a gobernador, pero Perón llamó a votar en blanco y el hombre fue leal al caudillo exiliado. En todo ese tiempo fue asesor legal de la CGT.
Mientras estuvo Perón, Menem se mantuvo alineado junto a su liderazgo. Fue una época donde muchos de los políticos del peronismo preferían tomar distancia de su líder, porque era muy difícil hacer política cuando el referente principal estaba exiliado, proscripto y a diez mil kilómetros. La permanencia de Perón en esa época se sostuvo por la lealtad popular que se salteaba la intermediación de políticos y dirigentes sindicales. El peronismo sin Perón tenía muchas simpatías entre los dirigentes, pero era minoría en las bases.
Sin integrar agrupaciones partidarias, Menem se ganó el respeto del peronismo duro sin pelearse con los más negociadores. Siempre tuvo esa habilidad para el equilibrismo. La cultura del mundo árabe musulmán de su familia gravitó en su vida y aún cuando renegó del Islam para hacerse cristiano, su referencia cultural estuvo marcado por ese universo. En 1964 viajó a la ciudad de Yabrud, en las montañas Qalamouni, de Siria, de donde provenían sus padres. Y allí conoció a Zulema Yoma, quien sería su esposa, y madre de sus hijos Zulemita y Carlos Jr, ella también de una familia riojana.
Con sus frondosas patillas de Facundo Quiroga del siglo XX, viajó en el avión con Perón en su regreso de noviembre de 1972. Fue el candidato a gobernador en 1973 y ganó con más del 50 por ciento de los votos. Lo primero que hizo fue un acto en el pueblo natal de Quiroga para recordar el levantamiento del general Juan José Valle. Entre los presentes estaban los principales dirigentes de la Juventud Peronista y el obispo Enrique Angelelli.
No fue uno de los gobernadores de la tendencia, como los de Buenos Aires, Mendoza, Santa Cruz, Salta, Córdoba y San Luis, pero mantuvo buenas relaciones con la JotaPe y los Montoneros. Hasta que se alineó con Isabelita en medio del caos que generó la muerte de Perón con enfrentamientos entre sindicalistas, lopezrreguistas y montoneros y la tendencia.
El golpe del ’76 lo encarceló. Durante dos años transitó diferentes prisiones, tras los cuales le concedieron libertad vigilada. Eligió Mar del Plata. Otra de sus debilidades, además de las mujeres, fue la farándula y en la Perla organizaba reuniones con Alberto Olmedo, Carlos Monzón y Susana Giménez. Eso motivó su traslado a Tandil y de allí a Formosa, donde fue alojado como huésped por la familia Maza. Inimputable, no pudo con su carácter y mantuvo una relación con la hija de los Maza, de 22 años, con quien tuvo un hijo. La mujer fue después diputada nacional y mantuvo a lo largo de su vida un conflicto legal para que Menem reconociera legalmente a su hijo Nair. En 2003 la mujer se suicidó.
A la salida de la dictadura, Menem ya no fue el mismo. Viajó a España para conseguir el padrinazgo de Isabel, quien ni quiso recibirlo. Fue una forma de hacerle saber que Perón le había desconfiado siempre. Ganó las elecciones de 1983 en La Rioja y comenzó su carrera hacia las presidenciales de 1989.
Todavía conservaba sus patillas folclóricas y la melena larga hasta los hombros sobre el poncho gauchesco, cuando criticaba a su adversario en la interna pejotista Antonio Cafiero. Desmedido y aparatoso en alguno de sus discursos, amenazó con bombardear Washington si los aviones norteamericanos bombardeaban la Libia de Khadaffi. Se dijo que había recibido dinero de Libia y de Siria para la campaña. Y que su traición a esos compromisos cuando envió barcos a la guerra contra Irak, habían provocado después los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA y la muerte de su hijo Carlos Jr.
En el último año de su gobierno Raúl Alfonsín quedó contra las cuerdas por una hiperinflación descontrolada y Menem tuvo que anticipar su asunción. La impresionante demostración de fuerza de las corporaciones que especulaban en el mercado del dólar había provocado la salida de Alfonsín y disciplinó cualquier fantasía de juventud del patilludo riojano. Rápidamente se afeitó, se cortó el pelo y se olvidó de sus admirados caudillos. A partir de allí su gobierno fue lo más opuesto a los principios que había profesado en su ingreso a la política.
Ladrillo por ladrillo, hizo lo que ni siquiera los gobiernos militares habían podido hacer. Se dedicó a desmontar lo que aún quedaba en pie de los primeros gobiernos peronistas: privatizó todos los servicios de agua, gas y electricidad, las comunicaciones, los altos hornos y el acero, los ferrocarriles, Aerolíneas, desreguló la economía. Hizo lo que ni siquiera los gobiernos más neoliberales del mundo habían hecho: privatizó la petrolera estatal YPF.
Las empresas del Estado fueron privatizadas a precio vil a cambio de papeles de una deuda ilegítima, gran parte tomada por los gobiernos militares. Y ese proceso se prestó a una lluvia de denuncias por coimas y corrupción.
Indultó a los jefes de la dictadura que habían sido condenados por graves violaciones a los derechos humanos y bloqueó la realización de otros juicios, buscó la alianza con las derechas antiperonistas y se abrazó con el enemigo más odiado del peronismo, el verdadero inspirador de los fusilamientos y la represión a los peronistas, Isaac Rojas. Su canciller definió la política exterior como “de relaciones carnales” con Washington y buscó la reconciliación con Gran Bretaña subordinando el reclamo de soberanía en Malvinas.
Y así dió por perimido el contenido nacional y popular histórico del peronismo, al que consideró “anacrónico y congelado en el ’45”. Convocó a Domingo Cavallo, que aceleró el proceso de quiebras en la pequeña y mediana industria y fundió a los productores del campo. Privatizó las jubilaciones y creó la estafa de las AFJP. Millones de ciudadanos quedarían sin jubilación en el futuro.
Fue una fiesta para ricos. En los primeros años, la política económica del menemismo que favoreció a las grandes corporaciones, creó también una ilusión de prosperidad de la clase media media y alta, al mismo tiempo que aumentaba la desocupación, se multiplicaban los pueblos fantasma en el campo y las economías regionales se fundían.
Representó en Argentina la expresión más clara de la ola mundial que había provocado la globalización neoliberal y proclamaba el “fin de las ideologías”. Esa frase quería decir que el neoliberalismo no era una ideología sino que expresaba las fuerzas naturales y lógicas de la economía y arrasaba con las ideologías que forzaban esas “leyes naturales de los mercados”, como el socialismo, el comunismo, los movimientos nacionales y populares como el peronismo, y pretendía terminar con el concepto de estado de bienestar.
Amparado en ese tsunami avasallante, gran seductor de la política y conocedor de la idiosincrasia popular por su historia en el peronismo, Menem logró alinear detrás de una gestión neoliberal a la gran mayoría del Partido Justicialista y a fuerzas conservadoras, algunos provenientes de la derecha de la democracia cristiana, la democracia progresista y la Unión de Centro Democrático. Pero también cosechó sectores que provenían del peronismo combativo y la izquierda nacional, resignados ante la fuerte hegemonía neoliberal. Los pocos que intentaban resistir dentro del peronismo eran anulados o debieron soportar la marginalidad.
Sus dos presidencias le valieron diez años y medio en el poder. Fue el presidente que gobernó más tiempo. Y, con altibajos, mantuvo cierta popularidad hasta el final, a pesar de la creciente protesta popular. Cuando quiso postularse para un tercer período, sus aliados del mundo corporativo y los conservadores antiperonistas que lo habían acompañado decidieron que ya no necesitaban la máscara del peronismo y le quitaron su apoyo.
Atrás quedaron sus romances versionados con pulposas vedettes, las fantasías alimentadas sobre sus desempeños sexuales de macho cabrío, su divorcio escandaloso, sus almuerzos y fiestas con la farándula, sus partidos de fútbol y básquet. Y se perdió el eco de sus discursos rocambolescos del principio sobre Facundo Quiroga o los que comparaba a Perón con Julio César y Napoleón Bonaparte y los posteriores, cuando prometía naves espaciales argentinas con pasajeros que saldrían desde las serranías cordobesas, hacia el espacio exterior y desde allí a cualquier parte del mundo en menos de hora y media.
El escándalo del tráfico ilegal de armas a la guerra civil en la ex Yugoeslavia, los atentados terroristas contra la embajada de Israel y contra el edificio a la AMIA involucraron a su gobierno en una trama siniestra. La investigación de los atentados fue obstaculizada desde su gobierno a partir de lo cual los atentados quedaron impunes y en la incógnita. Zulema Yoma, la ex esposa de la que se separó tras expulsarla de la Quinta presidencial de Olivos, vinculó esa oscura trama con la muerte de su hijo Carlos Junior en un accidente aéreo.
Sus políticas, entre ellas la instalación forzada de un tipo de cambio que equiparaba un peso a un dólar, crearon las condiciones para la profunda crisis del 2001-2002, que derrocó varios gobiernos.
Intentó regresar a la presidencia en 2003 y ganó en primera vuelta ante una oposición fragmentada. Su principal oposición provenía del peronismo, que también llegaba dividido. Cuando estuvo a punto de ser arrollado por Néstor Kirchner en la segunda vuelta del 2003, se retiró y mantuvo así invicta su curricula electoral.
Animal político, con la picardía y la astucia del zorro, fue capaz de todo para ganar una elección, hasta fraguar un casamiento en el otoño de su vida con una ambiciosa joven chilena ganadora de concursos de belleza, con la que incluso tuvo un hijo. Pero el matrimonio duró poco, después de su ocaso en la político. El triunfo del kirchnerismo lo redujo a la mínima expresión. Apenas le alcanzó para un plaza por La Rioja en el Senado que lo puso a resguardo de cualquier acción judicial. Su último posicionamiento político lo ubicó en un pequeño bloque en el Senado en alianza con el macrismo junto a Miguel Angel Pichetto, otro fugitivo del peronismo.
Carlos Menem, el presidente del indulto, el neoliberalismo y los escándalos de corrupción
Carlos Menem fue el primer presidente peronista electo en las urnas después del derrocamiento de Isabel Perón. Llegó a la Casa Rosada con la promesa de salariazo y revolución productiva tras una campaña electoral en la cual su latiguillo para convocar al voto popular fue: “Síganme, que no los voy a defraudar”. Sin embargo, una vez en la Presidencia se asoció al empresariado para implementar un programa económico neoliberal que produjo altos niveles de desocupación y exclusión y privatizó las empresas públicas. Sus poco más de diez años de gobierno estuvieron marcados también por el indulto a los genocidas, los escándalos de corrupción, la mayoría automática de la Corte Suprema y los atentados a la embajada de Israel y la AMIA.
Menem había nacido en la localidad riojana de Anillaco el 2 de julio de 1930. Era hijo de un matrimonio de inmigrantes sirios. A comienzos de los años 50 partió a Córdoba, para estudiar abogacía. En la universidad más antigua de la Argentina coincidiría con quien años más tarde sería su derrotado en las presidenciales de 1989: Eduardo Angeloz.
Se vinculó en esos años al peronismo, que comenzaba a transitar el largo camino de la proscripción. En un viaje a Siria conoció a su futura esposa, Zulema Yoma, con quien tendría a sus hijos Carlos y Zulema. Por esos años, el que despuntaba en política era su hermano Eduardo, quien ocupó posiciones de poder en la intervención militar de La Rioja tras el golpe de 1966, circunstancialmente llegó a ser interventor provincial durante un breve tiempo y luego sería presidente provisional del Senado en los 90.
Primera vez en la gobernación de La Rioja
La apertura democrática de 1973 ubicó a Menem como candidato a la gobernación riojana. Con un discurso nacionalista de izquierda se impuso con facilidad en los comicios del 11 de marzo. Era el gobernador más joven del país.
La campaña en La Rioja había girado sobre todo en cuanto a qué hacer con la finca Azzalini, que estaba en estado de abandono. El obispo Enrique Angelelli impulsaba la instalación de una cooperativa allí, algo a lo que se oponían los terratenientes. Un grupo de hacendados echó a Angelelli, futura víctima de la dictadura, a piedrazos durante una manifestación. Entre los convocantes a repudiar al obispo estaba Amado Menem, el hermano mayor del gobernador.
El mandatario provincial había prometido la expropiación. Cumplió a medias: envió el proyecto a la Legislatura, pero no para impulsar la cooperativa, sino para parcelar y vender los terrenos.
El 24 de marzo de 1976, el golpe militar terminó con el gobierno de Isabel Perón y también con los mandatos de los gobernadores. Menem soñaba antes del golpe con la posibilidad de integrar la fórmula presidencial del justicialismo, incluso había hablado en nombre de los gobernadores durante las exequias de Juan Perón, el día que Balbín hizo su célebre alocución con la frase “este viejo adversario despide a un amigo”.
El golpe y el regreso
Los militares encarcelaron a dirigentes peronistas de renombre mientras desataban la represión, entre ellos, Menem. Compartió presidio con Lorenzo Miguel, el mandamás de la UOM, y pasó parte de su prisión en Las Lomitas, Formosa. Allí conoció a Martha Meza, con quien tuvo un hijo, Carlos Nair, al que recién reconoció en su presidencia.
Con el fin de la dictadura volvió a la escena. Ganó la gobernación de La Rioja en 1983 y se convirtió en interlocutor de Raúl Alfonsín, en detrimento de los llamados sectores ortodoxos del peronismo, que no digirieron la derrota electoral. Menem, encabezó junto a Antonio Cafiero y Caros Grosso la llamada “renovación” del peronismo, que tomó bríos con la elección legislativa de 1985, en la que los renovadores se convirtieron en la segunda fuerza por delante de los ortodoxos. Un poco antes, el acercamiento a Alfonsín lo había llevado a apoyar el referéndum por el acuerdo de paz con Chile en torno al canal de Beagle, mientras el grueso del justicialismo criticaba esa iniciativa.
Al igual que Angeloz, principal gobernador de la UCR, Menem fue reelecto en 1987, en la elección que marcó el declive del alfonsinismo. Su triunfo lo dejó bien posicionado en la interna justicialista para dirimir la candidatura presidencial de 1989. En julio de 1988 desafió a Antonio Cafiero, que había ganado la gobernación bonaerense. Contra todo pronóstico, Menem se impuso, con Eduardo Duhalde como compañero de fórmula, mientras Angeloz ganaba la interna radical.
El triunfo de 1989
La campaña presidencial lo halló al borde del menemóvil con la promesa del salariazo y la revolución productiva. La crisis económica ayudó a sus aspiraciones. La espiral inflacionaria se volvió incontrolable y el 14 de mayo de 1989 los argentinos votaron al sucesor de Alfonsín con el país al borde del incendio.
Menem alcanzó el 47 por ciento de los votos frente al 37 del gobernador de Córdoba. Debía asumir el 10 de diciembre, pero Alfonsín renunció a la presidencia en medio de la híper y los saqueos. El 8 de julio de 1989, se convirtió en el primer presidente civil desde 1928, sin contar la reelección de Perón, que recibía los atributos de mando de otro presidente civil. Fue la primera vez, además, que se produjo un traspaso de mando entre dos presidentes de signo político distinto.
Una vez en el poder, y con el país en plena crisis, Menem procedió a la reforma del Estado, un ambicioso plan de privatizaciones de las empresas públicas, mientras la economía era gerenciada por el grupo Bunge y Born con Miguel Roig como ministro de Economía. Roig falleció a los cinco días y lo sucedió Néstor Rapanelli, que duró hasta diciembre. Mientras se privatizaban Entel y Aerolíneas Argentinas, llegaba Antonio Erman González a la cartera económica. Su primera medida fue el Plan Bonex: la incautación de los plazos fijos.
Erman duró un año en el cargo. Año en el que se produjo el divorcio de Menem y Zulema Yoma. El mandatario mandó desalojar a la Primera Dama de la Quinta de Olivos a través del jefe de la Casa Militar, el brigadier Andrés Antonietti.
Mientras, tomaba forma una particular forma de “reconciliación”, en palabras de Menem, respecto de los años 70. En octubre de 1989 dictó una tanda de indultos que benefició por igual a ex integrantes de organizaciones armadas y a militares de la dictadura, en lo que fue la consagración de la teoría de los dos demonios al igualarlos ante la ley. El 3 de diciembre de 1990 se produjo el cuarto y último alzamiento carapintada, que el mandatario reprimió con la fuerza que no tuvo Raúl Alfonsín. La derrota de Mohamed Alí Seineldín acabó con el movimiento interno en el Ejército. Tres semanas más tarde, Menem indultó a los comandantes de la dictadura condenados en el juicio histórico de 1985, y a Mario Firmenich, ex líder de Montoneros.
El año 1990 también trajo una novedad institucional: la ampliación de la Corte Suprema. El máximo tribunal tenía históricamente cinco miembros, pero con la excusa de facilitar su funcionamiento, Menem sumó cuatro jueces. Así nació la llamada “mayoría automática” que falló a favor del gobierno menemista, y que duraría hasta 2003, cuando Néstor Kirchner impulsó su renovación.
Años de estabilidad y corrupción
En el verano del 91 cayó Erman. Ya asomaban los casos de corrupción y la denuncia del Swiftgate (un pedido de coimas al frigorífico Swift denunciado a la embajada norteamericana, que elevó su queja) convulsionó el panorama. La economía no daba tregua, con billetes de 500 mil australes en circulación. Menem probó con su canciller, Domingo Cavallo, que tomó las riendas de Economía. Dos meses más tarde, en abril de 1991, comenzó el plan de convertibilidad, que ataría la moneda al dólar. Con el cambio de signo, el 1º de enero del año siguiente, un peso sería igual a un dólar. Fue el fin de la inflación. Y el comienzo del endeudamiento masivo para sostener el modelo.
Para entonces, la corrupción era moneda común en el menemismo. El presidente no daba el ejemplo con la Ferrari a la que se fue en un par de horas a Pinamar y al Swiftgate sobrevendría el Yomagate: la denuncia de que Amira Yoma, ex cuñada presidencial, y su esposo sirio, Ibrahim Al Ibrahim, (un coronel que no hablaba castellano y había sido colocado al frente de la Aduana), hacían pasar valijas con dinero sucio del narcotráfico para su lavado. El menemismo salió indemne del escándalo y en septiembre ganó las elecciones: Duhalde se convirtió en gobernador de Buenos Aires.
1992 trajo un hecho trágico: el atentado a la embajada de Israel, el 17 de marzo, que se cobró decenas de vidas. El hecho quedó impune. Pocos meses más tarde llegó la primera derrota electoral: Fernando De la Rúa recuperó en las urnas la banca de senador que un acuerdo en el Colegio Electoral entre el PJ y la UCeCé le había quitado tres años antes. A fin de ese año, Carlos Grosso, el intendente porteño nombrado por Menem, renunció en medio de denuncias por irregularidades en su gestión. El menemismo afrontaba también el escándalo de la leche en mal estado, un caso que afectaba directamente a Miguel Vicco, secretario personal del presidente.
La reelección
Un año más tarde, Menem consiguió un triunfo electoral clave. Por primera vez un presidente con un mandato de seis años ganaba un comicio en el cuarto año. El amplio triunfo allanó la idea para la reelección. Presionó al radicalismo con un plebiscito y Alfonsín, que a fines de 1993 recuperó la conducción partidaria, cedió. Así se dio el Pacto de Olivos. Radicales y peronistas acordaron acortar el mandato presidencial a cuatro años y permitir la reelección. El jefe del radicalismo logró además la elección directa de los senadores (uno por la minoría) con mandatos de seis años en vez de nueve, la autonomía porteña, la incorporación de tratados constitucionales y la creación del Consejo de la Magistratura y el cargo de Jefe de Gabinete.
Mientras la Convención Constituyente sesionaba en Santa Fe, se produjo la voladura de la AMIA. El 18 de julio de 1994, un atentado terrorista causó 85 muertos. Nunca se halló a los culpables y Menem, junto a varios de sus colaboradores y el juez que investigó el caso, terminarían en el banquillo de los acusados por encubridores. Ese mismo 1994 se produjo el crimen del conscripto Omar Carrasco, que trajo como consecuencia el fin del servicio militar obligatorio.
Con la reelección permitida, se lanzó a una campaña en la que la UCR fue debilitada por el costo político del Pacto de Olivos. Emergía el Frepaso como alternativa. Dos meses antes de las elecciones, el presidente recibió el peor golpe de su vida: la muerte de su hijo Carlos en un accidente de helicóptero cerca de Ramallo. Hasta hoy, Zulema Yoma insiste en que fue un atentado.
El 14 de mayo de 1995, con la inflación domada y con un desempleo que llegaba al 18 por ciento, Menem fue reelecto en primera vuelta. Obtuvo tres puntos más que en 1989 y le sacó 21 a José Octavio Bordón, el candidato del Frepaso. La segunda presidencia no traería buenas noticias. El 3 de noviembre de 1995 explotó la fábrica militar de Río Tercero. Menem se apuró a decir que era un accidente. Los peritajes demostrarían que la voladura fue intencional. El motivo fue ocultar el faltante de armas que se destinaron al contrabando a Ecuador y Croacia, una causa que traería dolores de cabeza al riojano.
Los años finales en el poder
En 1996 los radicales se quedaron con el gobierno porteño a través de Fernando de la Rúa, electo por el voto popular. En septiembre, el presidente sufrió un cacerolazo en su contra y sumaría un nuevo bochorno: la pista de aviación en Anillaco.
Un año después hizo eclosión el fenómeno de los movimientos sociales que cortaban rutas frente a las consecuencias del ajuste. Radicales y frepasistas se pusieron de acuerdo y formaron la Alianza: el 26 de octubre de ese año le propinaron a Menem su primera derrota nacional. Sin embargo, capitalizó la caída de Chiche Duhalde en la provincia, que afectaba a su marido, deseoso de suceder a Menem, y se lanzó al operativo re reeleccionista.
Era un salto al vacío destinado a no perder poder en los dos años que le quedaban de mandato, pero los operadores menemistas fueron a fondo, con la idea de que la Corte avalara el mandato posterior a la reforma como el primero. En el medio, el caso Cabezas ahondaba diferencias con Duhalde. Mientras el gobernador trataba de probar la responsabilidad de Alfredo Yabrán, empresario cercano al menemismo, desde la Casa Rosada desligaban a este y se apuntaba a la policía bonaerense.
Finalmente, en julio del 98, ante la amenaza de Duhalde de convocar a un plebiscito sobre la re-reelección, Menem desistió de la idea y quedó libre el camino para la candidatura del gobernador. Un año y medio más tarde, después de una década, cinco meses y dos días en el poder, Menem le colocó la banda presidencial a De la Rúa.
El país no era el mismo que cuando asumió. La Argentina se había insertado en la globalización con la venta de las empresas públicas y el modelo de la convertibilidad crujía tras el crecimiento del gasto público y la incapacidad de generar más dólares para sostener el uno a uno.
En esos años, el país tuvo “relaciones carnales” con los Estados Unidos, tal como graficó el alineamiento con Washington el canciller Guido Di Tella. A tal punto que se llegó a enviar dos fragatas a la zona de conflicto en la Guerra del Golfo Pérsico, a fines de 1990.
En sus relaciones internacionales, que le permitieron viajar más que cualquier otro presidente argentino por el mundo, el mandatario se encolumnó con el nuevo orden mundial y apoyó las posturas más reaccionarias de la Iglesia. Incluso llegó a decretar el Día del Niño por Nacer, como símbolo de su postura antiabortista, aun cuando Zulema Yoma declaró que él la acompañó a abortar.
El gobierno menemista acabó con los conflictos limítrofes con Chile (prenda de pago para apoyar el reclamo por la libertad de Augusto Pinochet cuando su arresto en Londres) y el propio Menem llegó a viajar al Reino Unido en 1998, en la primera visita oficial después de la Guerra de Malvinas. Fue con Menem presidente que, además, tomó forma el Mercosur, tras el acuerdo de 1991 con Brasil, Uruguay y Paraguay. La alianza se oficializó el 1º de enero de 1995.
Las armas y la elección de 2003
En el llano, Menem sorprendió por su noviazgo con la modelo chilena Cecilia Bolocco, 35 años más joven. Se casaron en La Rioja en mayo de 2001 y tuvieron un hijo, Máximo. Para entonces, el expresidente estaba cercado por uno de los grandes casos de corrupción de los 90: el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. Emir Yoma, su excuñado, había sido detenido y el juez Jorge Urso fue por todos los hombres del presidente hasta llegar a Menem. El 7 de junio de 2001 quedó detenido. Fue a una quinta de Don Torcuato, propiedad de Armando Gostanian, ex titular de la Casa de Moneda. Allí estuvo hasta noviembre, cuando la Corte Suprema consideró que los actos de gobierno no encuadraban como asociación ilícita. Al mes, cayó De la Rúa.
Tras el fracaso de la Alianza, Menem buscó ser candidato del peronismo en 2003. Eduardo Duhalde trató de bloquear desde la Rosada esa posibilidad. No había manera de frenar a Menem en una interna y entonces surgieron los neo-lemas, en el verano de 2003, que habilitaron tres candidaturas peronistas en las generales del 27 de abril.
Ese día, el ex presidente cosechó el 25 por ciento, contra el 22 de Néstor Kirchner, apadrinado por Duhalde. Más atrás había quedado Adolfo Rodríguez Saá. Consciente de que, pese a ser la primera minoría, no podría vencer en un ballottage, Menem renunció a la segunda vuelta y el santacruceño quedó consagrado de manera automática como presidente.
Los últimos años
Dos años después, y separado de Bolocco, llegó la etapa como senador, la más extensa de su vida pública, que se extendió sin interrupción desde el 10 de diciembre de 2005, cuando juró como representante de La Rioja en la Cámara Alta. Renovó su banca en 2011 y 2017, pese a las críticas por el uso de fueros para esquivar a la Justicia en causas como el encubrimiento del ataque a la AMIA, las armas y los sobresueldos, caso que estalló cuando María Julia Alsogaray, su exsecretaria de Medio Ambiente caída en desgracia ante la Justicia, denunció que se pagaban dineros extra en negro a los funcionarios del Poder Ejecutivo. De hecho, Menem casi quedó fuera de la competencia electoral en 2017, pero logró competir y renovar su escaño por la minoría.
Menem fue absuelto en la causa del contrabando de armas y en la de la voladura de Río Tercero, así como en el juicio por el encubrimiento del atentado a la AMIA. En la causa de los sobresueldos fue condenado a cuatro años y medio de prisión y a inhabilitación perpetua. La condena no estaba firme. También fue hallado culpable de defraudar al Estado en cien millones de dólares por la venta del predio de la Rural en Palermo. El terreno se vendió a menos de la mitad de lo que correspondía. Los fueros como senador y la no confirmación de las sentencias evitaron que tuviera mayores problemas con la Justicia.
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NEOLIBERALISMO NUNCA MÁS
Podríamos hablar de Río Tercero, Amia, Embajada de Israel, relaciones carnales con EEUU, contrabando de armas a Croacia y Ecuador, la venta del predio de la Rural, el uno a uno que derivó en corralito y después en la peor matanza contemporánea que vivió Argentina. El pacto de Olivos, el neoliberalismo, la Carpa Blanca docente, las marchas de los jubilados, Norma Plá, la pizza con champán, la Bonaerense, la cocaína, José Luis Cabezas, la pobreza, desocupación, informalidad laboral y criminalidad crecientes, privatizaciones de empresas y fondos estatales, despidos masivos, protestas, marchas y represiones. También de corrupción al palo, La Corte Suprema adicta de 9 miembros, la Reforma Constitucional del 94, la autonomía de CABA, recesión económica, el aumento de la deuda externa, el Plan Bonex, el Swiftgate, Terence Todman, la renuncia de todo el gabinete, de José Luis Manzano diciendo “yo robo para la corona”, de Corach, Ruckauf, Cavallo, Erman González, Camilión, Rapanelli, Triaca, Dromi, Decibe…
Pero decidimos poner la lupa en esto:
El 7 de octubre de 1989 el presidente Menem sancionó cuatro decretos indultando a doscientos veinte militares y setenta civiles.
Decreto 1002/89: indultó a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, excepto el exgeneral de división Guillermo Suárez Mason, que había sido extraditado de los Estados Unidos.
Decreto 1003/89: indultó a líderes y miembros de los grupos guerrilleros y otras personas acusadas de subversión, entre ellas personas que se encontraban muertas o “desaparecidas”. También indultó a militares uruguayos.
Decreto 1004/89: indultó a todos los participantes de las rebeliones militares carapintadas de Semana Santa y Monte Caseros en 1987 y de Villa Martelli en 1988.
Decreto 1005/89: indultó a los exmiembros de la Junta de Comandantes Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo, condenados por los delitos cometidos en la conducción de la Guerra de las Malvinas.
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El 29 de diciembre de 1990 el presidente Menem sancionó otros decretos indultando -entre otros- a:
Decreto 2741/90: indultó a los exmiembros de las juntas de comandantes condenados en el Juicio a las Juntas de 1985 Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Viola, y Armando Lambruschini. Indultó también a los militares condenados en crímenes de lesa humanidad Ramón Camps y Ovidio Riccheri.
Decreto 2745/90: indultó al exministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz procesado por participación en los delitos de lesa humanidad (secuestro y torturas) contra Federico y Miguel Ernesto Guthein.
Decreto 2746/90: indultó al exmilitar Guillermo Suárez Mason por delitos de lesa humanidad.
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En 2003 el Congreso declaró la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. El 15 de junio de 2006 la Cámara de Casación Penal consideró que los indultos por delitos de lesa humanidad eran inconstitucionales. El 31 de agosto de 2010 la Corte Suprema de Justicia confirmó sentencias de tribunales inferiores, dictando que los indultos no fueron constitucionales y las condenas que anularon debían ser cumplidas.
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