Por Juan Manuel Ijurko / EL DEBER.- Acaba un año muy duro con la ilusión de haber recibido la vacuna Pfizer contra el Covid. Tras su primera dosis, la segunda será en 21 días, continuó su trabajo con normalidad, sin efectos, sin malestares. Quedan pocas horas para concluir el 2020, pero sabe que, gracias a la vacuna, el nuevo año se presenta más esperanzador.
Carla Marilia Cuéllar Hurtado ha sido testigo de los estragos que la enfermedad puede causar. Por más de 8 meses, trabaja en primera línea acompañando a pacientes de Covid. Ahora, con la vacuna ya disponible, siente que puede ser “la única forma de parar este ciclo y lograr inmunidad entre la población”. Marilia considera que puede ser “una luz al final del túnel”.
Esta mañana, fue su turno. Confiesa que resultó todo muy simple, muy normal. Tras la inyección, tuvo que estar 15 minutos en observación en espera de que no se produjera ninguna reacción alérgica. No es común que se produzca, pero en estos inicios se cuidan todos los detalles. Mientras espera, le han recordado los posibles síntomas que podría padecer. Dolores musculares, dolores de cabeza todo similar a los efectos del Covid-19, “pero más leves”, destaca.
Marilia continuó su trabajo en el hospital como residente en geriatría. No hubo más descanso ni requirió más reposo. Apenas, los 15 minutos de observación. Volverá en 21 días para la segunda dosis. Por el momento, se siente confiada y esperanzada.
“Todavía hay gente que manifiesta cierta desconfianza ante la vacuna”, explica en una conversación telefónica con EL DEBER. Los miedos se deben a lo novedoso que resulta todo lo que se refiere al Covid-19, una enfermedad totalmente desconocida hace un año pero que hoy ha transformado la vida. A pesar de las inquietudes, “tampoco despierta recelos”, evalúa.
Las vacunas todavía no llegarán a Bolivia, pero Marilia invita a todos a que confíen en ellas para acabar con los contagios masivos. “Estoy segura que se han hecho las pruebas necesarias para que sean seguras”, dice convencida.
Desde hace 8 meses comparte el trabajo de atención de primera línea en el hospital de la ciudad. Han sido 8 meses en los que ha visto cómo hay “personas que se deterioran rápidamente y no cuenta con el apoyo de la familia en esos momentos”. Es la parte más difícil de la enfermedad. Estar con los familiares y percibir ese sentido de culpa al no poder despedirse.
En ocasiones, los trabajadores de la salud se convertían en nexos de unión y, a través de los teléfonos, lograban comunicar a pacientes y familiares. Escenas así, ponían un poco de esperanza a los largos y dolorosos días de atención a los pacientes.
Cuéllar no duda en recordar a la población la importancia de respetar las medidas de prevención y distanciamiento social. “Es difícil en estas épocas, pero es preferible aguantar unas semanas más que tener que lamentarse después”, matiza la doctora.
Se solidariza con el personal médico que “viven momentos de mucha presión” y persiste en que la mejor ayuda que podemos ofrecerles es evitar los contagios cumpliendo las normas de bioseguridad.
En estos más de 8 meses de convivir con pacientes internados, Marilia también disfruta de historias llenas de vida que suponen un empuje para el trabajo diario. Revive el encuentro de un matrimonio mayor en el pasillo del hospital, el mismo día que les dieron de alta a los dos. Mientras permanecieron bajo la atención de los profesionales, cada uno estuvo alejado y sin poder comunicarse con su pareja.
En noviembre, hacia finales del mes, fue diagnosticada como positivo Covid, situación que la recluyó en su casa junto a su marido, también con el virus. Marilia relata que pasó la enfermedad con una leve sintomatología. A pesar de eso, contina con limitaciones en el olfato y dolores musculares esporádicos. Quizá por eso, por todo lo que ha vivido, siente que la vacuna pueda ser el freno para los contagios y el fin para el sufrimiento que provoca.
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