La tarea ahora es pacificar Bolivia

Por Iván Bustillos / LA RAZON.- El nuevo gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), lo han dicho el presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca en sus discursos de posesión, ante todo buscará concertar, “sanar las heridas”, pacificar el país, en fin de cuentas. El MAS en la Asamblea Legislativa Plurinacional, como ya se dijo, solo tiene mayoría absoluta (50% más 1), y pese a que sustituyó los dos tercios de votación por la mayoría absoluta en el debate parlamentario (y en el ascenso de los altos jefes de las FFAA y la Policía, y la designación de embajadores), para algunas decisiones clave (pocas, pero importantes), tendrá que concertar.

¿Cómo lograrlo? Al margen de las consideraciones estrictamente políticas (lo que debiera hacer como partido), existe todo un desarrollo teórico y práctico sobre la conflictividad y cómo arribar a acuerdos; un desarrollo de “técnicas de negociación” que no es menor, pues surge de experiencias bien concretas, como, por ejemplo, los procesos de paz para frenar conflictos armados.

EXPERTOS

Ofrecemos a continuación la reflexión sobre la actual conflictividad boliviana de tres expertos en conflictos, aprovechando su reunión virtual en un curso de diplomado: el antropólogo y cientista político guatemalteco Carlos Sarti, director de la Fundación Propaz (organismo que promueve la cultura de paz en el país centroamericano que sufrió una guerra interna de 36 años, de 1960 a 1996); el abogado-mediador, especialista en gestión de conflictos sociales, y ex Defensor del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires, argentino Alejandro Nató; y, el comunicador social, sociólogo y conflictólogo boliviano César Rojas Ríos. P

ara la pacificación del país, tras los traumáticos hechos de octubre noviembre de 2019, la pandemia, la crisis económica que trajo ésta y la problemática gestión del gobierno transitorio, sin duda el primer gran paso fueron las elecciones del 18 de octubre. El problema ahora es cómo salieron de las mismas las fuerzas contendientes, sociales y políticas, o, dicho de otro modo, cuánto realmente logró aplacar la elección la conflictividad en el país.

RESULTADO

Una muestra de que los comicios no sirvieron de mucho para ciertos sectores, fueron, por ejemplo, las movilizaciones contra el resultado de la elección, arguyendo ‘fraude’ sin más “pruebas” que supuestos.

Para el boliviano Rojas Ríos, “hay dos hechos de cara a la conflictividad: el MAS asume el gobierno con un pasado de 14 años en el poder, positivo para sus partidarios, negativo para sus detractores; y Arce-Choquehuanca tomarán el gobierno en medio de una recesión económica y pandemia que se alimentan mutuamente”. En lo primero, dice, masistas y no masistas “están instalados en una percepción selectiva, donde cada parte se reparte la realidad negándose a ver todo el panorama, lo que dificulta los puntos de consenso”.

Esto es, por ejemplo, que la posibilidad de diálogo o concertación se podrá materializar solo cuando de ambos lados haya un reconocimiento crítico de las luces y sombras del gobierno del MAS de 14 años; en nada ayuda, pongamos, la clásica estigmatización de los “14 años de corrupción, de autoritarismo”, muy frecuente por parte de la oposición al MAS durante la campaña electoral; y, del otro lado, que el proceso de cambio fue todo revolución sin peros.

Y en lo segundo, Rojas advierte que “cuando la economía está bien, los actores políticos y sociales permanecen estables y todo se hace previsible, pero cuando está mal y prosigue agravándose (esto es crucial), los actores políticos y sociales reevalúan sus alineamientos, las alianzas resultan espurias y el escenario se torna inestable. Nada resulta definido y definitivo. Hasta las lealtades y apoyos más sólidos pueden desvanecerse en el aire”. Estos dos hechos, apunta, “se deberán tomar con pinzas, pues para el nuevo gobierno será como caminar sobre vidrios rotos”.

¿Cuáles pueden ser los focos de tensión del nuevo Gobierno?

Para el guatemalteco Sarti, el gobierno del MAS desarrollará su gestión “en una coyuntura estratégica de alta tensión”, que se inicia en 2019 y continuará durante su administración. “La victoria del MAS diluye la fase crítica y legitimará al nuevo Poder Ejecutivo, pero las corrientes polarizadas siguen, y seguirán actuando y definiendo nuevas fases de la conflictividad. El abrumador triunfo del MAS no soluciona la conflictividad histórica, ni la derivada de los enfrentamientos 2019-2020, que hace emerger nuevo espacios y temas de confrontación (discurso del odio, racismo, uso de símbolos religiosos y otros)”.

Para el antropólogo centroamericano, hoy día en el país hay dos “focos articuladores de tensión”: el primero, la tensión entre el Gobierno y la ciudadanía. “A pesar de la legitimidad que da haber triunfado en primera vuelta y con el porcentaje que lo hizo, el nuevo Gobierno debe hacer una propuesta y un plan de gobernanza del país. La expectativa ciudadana sobre el nuevo Gobierno es positiva, pero satisfacer las demandas de diversos sectores en un solo proceso generará tensiones, desacuerdos y, eventualmente, conflictos. Se trata de la difícil tarea de construir hegemonía en condiciones de crisis y crispación social”.

SECTORES

Y la segunda tensión: la relación entre el nuevo Gobierno, el MAS y los sectores populares. “El nuevo Gobierno debe orientarse por las visiones y las estrategias actuales del MAS y actualizar el espíritu y los postulados fundantes de la ‘revolución democrática y cultural’. Esperamos que en esta confrontación política e ideológica prevalezca la sensatez, tanto en el Gobierno como en la dirección del MAS. La figura del vicepresidente (Choquehuanca) resulta clave, y debería ser el articulador de la relación partido-Gobierno”.

Un punto importante de esta tensión, señala el estudioso guatemalteco, y que ya lo está viviendo el Gobierno con el pedido de El Alto de hasta tres ministerios por haberle dado el triunfo al MAS en esa ciudad con 78% de la votación, “es la conciencia de los sectores sociales de ser los artífices de la resistencia al golpe y de la victoria electoral. Ejercerán control político sobre el Gobierno, a partir de su autogestión y autonomía, que profundizarán en esta nueva etapa. Esta es la veta clasista de la conflictividad”.

El ex defensor del pueblo de Buenos Aires Nató añade que la presión de la crisis económica es central en la conflictividad: “La necesidad de obtener recursos puede llevar al Gobierno al dilema de encontrarse exigido para viabilizar la expansión de la frontera agroganadera y el extractivismo, lo que podría  representar una importante contradicción con los postulados de la protección a lo socio-ambiental y al vivir bien”.

Tampoco es de desdeñar, insiste, “el resquebrajamiento del tejido social a partir de las diferentes polarizaciones: entre las áreas rurales y las urbanas; en la  política que devino de un proceso electoral —con mucha ebullición— de más de un año de duración; y, en los vínculos interpersonales, con la presencia de determinados sectores radicalizados, poseedores de narrativas de enfrentamiento, odio y racismo”.

Rojas Ríos añade que “la recesión económica puede tratarse de un brebaje letal, si no se revierte la tendencia; o puede ser un brebaje vitaminizador, si se logra retomar el crecimiento económico”. En cuanto a la actual polarización, destaca, “se trata de un fenómeno bicéfalo y ambidiestro, dos polos con miradas contrapuestas que, en cuanto pueden, se agreden. Este es un fenómeno desestabilizador y tóxico que mi país debiera dejar atrás”.

Por esto, el comunicador y sociólogo boliviano afirma que para llegar a concertar es imperioso “un viaje al corazón de los extremos; allí anidan por igual falsedades, equivocaciones, verdades parciales y anhelos legítimos; se trata de erradicar las falsedades, reconocer las equivocaciones, complementar las verdades y valorar los anhelos legítimos”.

Desde otro punto de vista, se debe “pasar del dato electoral (55%/45%) al hecho político: en Bolivia tenemos dos bloques, y el arte de la política consistirá en buena cuenta en saber modular ese balance de poder sin convertirlo en una medición de fuerzas. Esto significa desradicalizar posiciones y saber calibrar las iniciativas políticas tanto desde el Gobierno como desde la oposición”.

POLARIZADOS

Ya desde la técnica de la resolución de conflictos y de las posibilidades que da la reciente crisis política, Sarti afirma que “un primer paso es analizar el debate polarizado, para determinar los sectores clave, sus discursos articuladores y las tensiones históricas y coyunturales. Este conocimiento es fundamental para trazar las estrategias de desescalamiento de las conflictividades”.

La mayor conflictividad boliviana hoy es la “sociopolítica, exacerbada por la crisis de 2019-2020”, apunta el académico guatemalteco. “Ante esta crisis de enfrentamiento entre proyectos de país diverso, es necesario trabajar en despolarizar posiciones y hacer prevalecer el bien común. Trabajar en la erradicación del discurso del odio, del racismo y fortalecer el debate democrático. El nuevo Gobierno debe tener un gabinete de gobernabilidad democrática para gestionar, desescalar, resolver y transformar conflictos y conflictividades”.

Por otra parte, completa, “los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil, deben generar espacios de diálogo y acciones públicas para la generación de confianza intersectorial”.

Para el abogado-mediador argentino Nató, el desafío es tanto para el Gobierno como para los partidos opositores: “Es necesario deconstruir la imagen del enemigo, tender puentes para la integración de sectores que pretenden ser incluidos en la agenda pública, y apostar a la gobernabilidad en consensos que no impliquen puntos de llegada, sino puntos de partida para la apertura de múltiples procesos donde se puedan gestar apropiaciones recíprocas y sinergias para elaborar políticas públicas. Los actores que fueron parte de la contienda electoral deben dejar de lado sus inercias de confrontación”.

CONVIVENCIA

Esta tarea de pacificación requiere, insiste Nató, de un Estado articulador que promueva “la despolarización y la convivencia en todas sus expresiones. En la elaboración de lo común se pueden incluir a movimientos sociales, medios de comunicación, actores sociales y políticos en función de iniciativas, programas y acciones”.

A fin de frenar la espiral negativa de conflictos, añade el abogado argentino, es fundamental “evitar alterar el orden institucional por la fuerza de la asimetría de poder y establecer nuevas dinámicas de construcción de confianza entre oficialismo y oposición, que garanticen reglas de juego consensuadas y estables”.  Para el conflictólogo Rojas Ríos, finalmente, es imprescindible trabajar en una amplia “terapia colectiva”, luego del periodo traumático que empezó en octubre de 2019 y concluyó con las elecciones.

Primero, dice, las palabras y hasta los gestos del  Gobierno y la oposición son decisivos, “pues todos están con una piel social hipersensibilizada, y en ese sentido, la señal de la modificación de los dos tercios resulta siendo una mala señal que irrita la piel de la oposición, así como tocar las puertas de los cuarteles también crispa a la del MAS”.

Segundo, “la legitimidad en democracia es poder y un poder sin legitimidad, en el tiempo de las redes sociales, resulta más precario, conflictivo y efímero que nunca”.

Tercero, “el nuevo Gobierno debe evitar que los problemas se conviertan en conflictos, los conflictos en crisis y las crisis en catástrofes”.

Y, cuarto, que es vital, “la única cuerda que nos mantiene atados a los bolivianos es la democracia, si desatamos la democracia abriremos la caja de los truenos. No habremos dado un paso adelante, sino dos atrás, por tanto, todos debemos cuidarla como nuestro don más preciado”.

 (*) Iván Bustillos es periodista de La Razón

https://www.la-razon.com/politico/2020/11/18/la-tarea-ahora-es-pacificar-el-pais/