Las masas de agosto y el voto de octubre, por Yuri F. Torrez

LA RAZON.- Mucho antes de que naciera el sol, nacieron los Uru-Chipaya, ícono de una de las culturas originarias más antiguas de América Latina. Salieron ilesos de la arremetida cultural desde los incas hasta la colonia española. Síntesis del Estado Plurinacional. Allí, un reportaje gráfico, el día de las elecciones, registra ciudadanos con sus trajes típicos solo para fechas especiales, emitiendo su voto. Ellos sintetizan lo nacional-popular que apostó a las elecciones para recuperar la democracia desportillada desde el golpe de Estado de 2019.

René Zavaleta hablaba que la crisis y el acto electoral son dos formas de revelación de lo social y lo político. Ambas, son intensas y movimientos estructurales como moleculares de la sociedad abigarrada boliviana. En efecto, para comprender la coyuntura política ambas formas se imbrican.

Hace un año, como parte de una cruzada conspirativa antes de las elecciones y posteriormente urdiendo el discurso del fraude electoral y la defensa de la democracia y, a la vez, azuzando el odio de la clase media urbana, protagonizaron una movilización para forzar la renuncia presidencial de Evo Morales con el auxilio de un motín policial y la renuncia de una autoridad castrense devino en un golpe de Estado posesionando a Jeanine Áñez como presidenta transitoria, que a los pocos días perpetró masacres contra indígenas/campesinos. Posteriormente, el gobierno de Áñez se tiñó de un autoritarismo atroz con persecuciones políticas y judiciales.

La pandemia posibilitó que este gobierno se sumergiera en un pantanal de corrupción. Con el saqueo de los recursos naturales y acompañada con un discurso del miedo para provocar zozobra en los sectores sociales articulados a lo nacional-popular. Un sometimiento a los rectores impuestos por el gobierno norteamericano. Todo ello mermó significativamente el proyecto de restauración oligárquica/conservadora en curso.

Mientras tanto, después de una perplejidad inicial, lo nacional-popular organizó la resistencia al golpe de Estado, que sirvió para recuperar el ajayu del Movimiento Al Socialismo- Instrumento Para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP). En efecto, esa mística eclipsada por la burocratización partidaria fue recuperada en el curso del interregno autoritario del gobierno de Áñez.

Quizás, el momento decisivo de las movilizaciones de lo nacional-popular fue en agosto. Allí, las masas de agosto —parangón a lo que Zavaleta denominó las masas de noviembre de 1979 para dar cuenta de la autodeterminación de las masas para abortar el golpe de Estado de Alberto Natusch—, con su movilización lograron blindar la fecha para las elecciones que inclusive fue leída equivocadamente por muchos analistas políticos, anunciando el declive de la hegemonía del MAS-IPSP y, por lo tanto, vislumbraban, una vez más, la derrota de lo nacional-popular. En esa lectura miope, no preveían el potencial democratizador y la advertencia del “cuarto intermedio” fue factor decisivo para bajar las ínfulas de sectores propensos a la ruptura constitucional abonando el decurso democrático.  

Entonces, los ecos de las masas de agosto movilizadas ondeando wiphalas, esgrimiendo el discurso democrático —en 2019 fue usado por la clase media movilizada—, se tradujo en la victoria electoral del 18 de octubre de 2020. Quizás, lo más importante de la diferencia electoral amplia obtenida por el MAS-IPSP despejó cualquier tentación de prorroguismo golpista o fraude electoral. Así se recuperó la democracia.

Yuri Tórrez es sociólogo.

https://www.la-razon.com/voces/2020/10/26/masas-de-agosto-y-voto-de-octubre/