Estamos acostumbrados a confiar en la autoridad de los académicos, los maestros, los historiadores, los sacerdotes y los periodistas. Se nos ha enseñado desde niños a creer que esas personas hablan desde los hechos y con las más nobles intenciones. Pero cuando entendemos que la historia la escriben los vencedores, desarrollamos una saludable mirada crítica, una necesaria suspicacia. ¿Por qué esta persona afirma lo que afirma? ¿En qué se basa? ¿De dónde parte? ¿Cuál es su motivación, cuál el resultado de creerle?
Una mirada a los editoriales y afirmaciones de opinólogos de toda laya en los medios de comunicación nos muestra que la “noción de verdad” se construye enunciándola.
En 2019, la narrativa del “monumental fraude” fue creada de manera deliberada, multiplicada entusiasta y a-críticamente por los medios masivos, el Internet, los analistas y los líderes de partidos de oposición desde mucho antes de las elecciones del 20 de octubre. La narrativa del fraude se alimentó, además, de la narrativa de que el Tribunal Electoral estaba al servicio del gobierno de Evo Morales. La cobertura de medios y redes sobre las decisiones, declaraciones y figura de María Eugenia Choque desde su designación como presidenta del TSE estuvo teñida de prejuicios, descalificación, sospecha y racialización. La idea de que las elecciones iban a ser poco limpias se implantó en el discurso general desde 2018, y la elección de la Sra. Choque —una mujer de pollera— a la presidencia del órgano llamado a organizarlas, en lugar de ser celebrada como un hito en la participación social y política de las mujeres y los indígenas, fue inmediatamente vista como la manipulación del Órgano Electoral por parte del gobierno de Evo Morales. Que María Eugenia Choque haya vuelto a la cárcel mientras Antonio Costas sigue en arresto domiciliario se puede explicar solamente porque él es blanco, hombre y de clase media, mientras que ella ha cometido el “crimen” de no cumplir con esos requisitos.
La falsedad y perfidia de la narrativa del fraude en 2019 se ha visto ampliamente revelada por los resultados de las elecciones del domingo pasado. No solamente se demostró que el MAS tuvo entonces y tiene ahora la capacidad de ganar en todo el territorio nacional, sino que en las mesas específicamente señaladas por la OEA como “sospechosas” por el alto porcentaje de votación a favor de una sola fuerza, se repitió y hasta superó esa mayoría aplastante. Igual que en el país entero: el MAS obtuvo cientos de miles de votos más que el año pasado.
Y sin embargo, otra vez salen las banderas al cuello gritando fraude. Como el año pasado: sin pruebas, con el único argumento de su bronca con el resultado. Otra vez convocan a la violencia en nombre de la democracia. Otra vez se atribuyen a sí mismos la voluntad del pueblo entero y se niegan a aceptar que existe un país distinto al que ven en sus redes sociales.
Algo, sin embargo, ha cambiado: esta vez están monumentalmente solos. No hay académicos, maestros, historiadores, sacerdotes o periodistas que los secunden. No se ha construido una “noción de verdad” alrededor de la idea de un nuevo fraude. ¿Será la contundencia del resultado? ¿Será el desgaste y el cansancio después de un año de pérdidas económicas y retrocesos políticos? ¿Será la ausencia de una OEA que garantice la impunidad de la mentira con sus informes? De cualquier forma, el daño está hecho. El fantasma del fraude está suelto y seguirá persiguiendo no solo a este gobierno electo, sino a todos los gobiernos futuros. ¿Por qué vas a respetar un resultado adverso, si puedes patear el tablero y gritar fraude?
Verónica Córdova es cineasta.
https://www.la-razon.com/voces/2020/10/25/el-fraude-de-gritar-fraude/
Debe estar conectado para enviar un comentario.