Bolivia: Interregno autoritario y elecciones, por Yuri Torrez

La Razón.- Palabra interregno viene del latín inter, “entre” y regnum, “soberanía, reinado” y se remonta a la monarquía. Es un intervalo donde no hay soberano, o sea, hay un vacío de poder amén a la muerte o abdicación de un Rey hasta la posesión de su sucesor. La restitución hereditaria zanjaba este percance. De allí, el adagio: El Rey ha muerto, viva el Rey. Esta idea de interregno hoy se extrapola para comprender el devenir democrático boliviano.

La renuncia forzada de Evo Morales a la presidencia, previa una cruzada conspirativa, configuró las condiciones para el golpe de Estado blando. El autonombramiento de Jeanine Áñez como presidenta transitoria inauguró un interregno autoritario que se inició con masacres a campesinos y pobres; posteriormente, se orientó hacia un régimen autoritario: persecuciones judiciales y políticas, amedrentamiento, amenazas, surgimiento de grupos parapoliciales, saqueo, corrupción y un largo etcétera. Otorgando así la razón a Antonio Gramsci: “En el interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”. Entonces, la crisis poselectoral de noviembre posibilitó un gobierno transitorio carente de legitimidad de origen desembocando en un interregno autoritario.

Bolivia se caracterizó por una constante inestabilidad política produciendo varios interregnos. El gobierno de izquierda de Juan José Torres (1970-1971) fue un interregno entre el gobierno autoritario de René Barrientos y la dictadura de Hugo Banzer. La coyuntura entre la dictadura de Banzer y la de Luis García Meza estuvo marcada por un breve interregno de gobiernos democráticos. Finalmente, los gobiernos militares posteriores al régimen de facto de García Meza fueron parte de un interregno que desembocó en la restauración democrática. El gobierno de Hernán Siles Zuazo, desde 1982, marcó un ciclo democrático caracterizado por la sucesión presidencial continua, legal y legítima en los marcos constitucionales y dirimidos en las urnas. Empero, desde el 10 noviembre de 2019, Bolivia vive otro interregno arbitrario.

¿Cómo pensar este interregno? No es solamente un tránsito de un gobierno a otro, sino por las condiciones políticas precedidas es un trance dirimidor entre la restauración oligárquica —que el gobierno de Áñez representaba en sus inicios y desperdiciado luego por su mal gobierno— encarnada por partidos opositores al Movimiento Al Socialismo (MAS) y el proyecto nacional popular que simboliza éste.

Con el desmarque de Áñez de la disputa electoral vuelve al debate si este interregno autoritario terminará, o, por el contrario, se prolongará. El constante amedrentamiento gubernamental y de sus grupos parapoliciales generando zozobra dejan una espada de Damocles sobre la democracia, incluso a sabiendas de que hoy una salida autoritaria, a diferencia del año pasado, no es posible: no hay las condiciones materiales y subjetivas para una aventura golpista. Además, esa salida autoritaria sería un suicidio y un retroceso democrático.

Entonces, este interregno autoritario es una prolongación de la crisis política de 2019 que sirvió para desempolvar esa vieja frase gramsciana: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”. De allí, la disputa política y discursiva electoral es entre los viejos restauradores oligárquicos que pretenden volver al Estado republicano neoliberal y, el MAS, que busca retomar por la senda de la consolidación del Estado Plurinacional. Quizás, aquí estriba la importancia del voto.

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