EEUU y la democracia boliviana

Por Jonathan Arias /La Razón.- Tras concluir la Segunda Guerra Mundial, EEUU se autoproclamó como el paladín mundial de la democracia (liberal), promoviendo desde entonces sus principios, valores y “estilo de vida”. En palabras del secretario de Estado, Mike Pompeo, “EEUU es el abanderado global de la democracia, la libertad y los derechos humanos”.

Bolivia no quedó exenta de aquella “cruzada”, muestra de ello es la Estrategia Integrada de País 2018-2022, que entre otros objetivos, establece “fortalecer la defensa y protección de los valores democráticos, los derechos humanos y el buen gobierno”, “contrarrestar el antiamericanismo oficial proyectando los valores y la cultura estadounidenses, aumentando el conocimiento de primera mano de los bolivianos sobre los Estados Unidos y fomentando un entorno de opinión pública que respalde los valores de los Estados Unidos”, además, “promover una economía de mercado y reformas a la gobernanza” y “asegurar oportunidades comerciales para las empresas estadounidenses en Bolivia”.

Durante el gobierno de Morales las relaciones con EEUU fueron conflictivas, sin embargo, el gobierno transitorio realineó al país con Washington.

De pronto éramos considerados un país democrático, manifestaron su interés en apoyar el proceso democrático y la realización de elecciones, para lo que concedió apoyo al TSE y a grupos de la sociedad civil por $us 3 millones, según un documento del Congressional Research Service.

En enero de este año, el ex asistente especial del presidente Trump y flamante presidente del BID, Mauricio Claver-Carone, aseguraba que nuestros países “nuevamente tienen los mismos intereses y valores democráticos”. Durante una reunión en Bogotá, Pompeo “subrayó el fuerte apoyo del Gobierno de EEUU a las elecciones libres, justas, transparentes e inclusivas” a la canciller Karen Longaric. Y, representantes de Usaid junto a un equipo técnico de ocho expertos en sistemas electorales y fortalecimiento democrático arribaba al país con la finalidad de ejecutar un programa de “fortalecimiento de la democracia y la transparencia de las elecciones generales”. Acusada de injerencia aquella agencia fue expulsada del país en 2013.

Lo llamativo y preocupante es que estas manifestaciones de apoyo a la democracia y al futuro proceso electoral contradicen el accionar que ha tenido EEUU en Bolivia. Nuestra historia está plagada de ejemplos de intervención estadounidense en asuntos internos, entre ellos en elecciones. En base a documentación de las páginas web del Historiador del Departamento de Estado y de la CIA, se evidencian ejemplos en las décadas de 1950 y 1960.

Tildado de comunista, el MNR aparecía como firme ganador en las elecciones de 6 mayo de 1951. Temeroso, el gobierno de Urriolagoitia comenzó a planificar un golpe de Estado, hecho conocido por la embajada estadounidense al menos 14 días antes de las elecciones. El Informe 903 al Departamento de Estado, de 23 de abril, dice: “El rumor se ha oído y reportado varias veces en las pasadas semanas, en sentido de que si el MNR obtuviese más votos en la elección del 6 de mayo, las fuerzas armadas patearían los rastros, establecerían una junta y algún tiempo después convocarían a nuevas elecciones. De acuerdo al rumor el agradable Gral. Hugo Ballivián (…) sería el líder de la junta”.

Eso fue lo que sucedió. En el Telegrama 539, de 15 de mayo, el entonces embajador Irwing Florman comunicaba a Washington que la renuncia de Urriolagoitia (autogolpe) “tendrá lugar a la medianoche de hoy y una junta enteramente militar tomará el gobierno”. Ballivián tomó el poder, anuló las elecciones y EEUU coherente con su política y deseable “desde el punto de vista de [sus] intereses nacionales” reconoció al nuevo gobierno. Corría 1963 y Víctor Paz Estenssoro, ampliamente apoyado por EEUU, aspiraba a su tercer mandato. Esta aspiración profundizó la crisis interna del MNR, en un contexto dominado por la  “amenaza comunista”.

En esta coyuntura, según una nota editorial de mayo de 1964, la Casa Blanca se planteó “ayudar al MNR para prepararse para las elecciones” de ese año aprobando dos subvenciones encubiertas.

Los objetivos de la subvención fueron: “(…) tomar las acciones encubiertas necesarias para superar la situación de emergencia (…) y, una vez normalizada la situación, permitir a Paz consolidar su control” y “romper el poder del [MNRI y el PCB]”. Paz resultó electo, sin embargo, sería derrocado por su vicepresidente el Gral. René Barrientos.

Tras el golpe de Estado, Barrientos rápidamente “solicitó ayuda del Gobierno de Estados Unidos para su campaña electoral. Según un memorándum de 29 de enero de 1965, “la embajada en La Paz, el Departamento de Estado y la CIA coinciden en que en las presentes circunstancias, la mejor posibilidad para la estabilidad boliviana es que Barrientos ascienda a la presidencia con el retorno de la constitucionalidad”. Considerado “un viejo amigo”, en febrero se aprobó un subsidio encubierto, denominado Programa de Acción Política, siendo ampliado en dos oportunidades.

Los objetivos del programa, de acuerdo a memorándums de 13 de julio de 1965 y 15 de junio de 1966, fueron “promover una eventual transferencia de poder a un gobierno más estable”, “reforzar la unidad y estabilidad de la junta (…) como instrumentos para el logro de los objetivos de la política estadounidense en Bolivia”, “proveer las palancas con las que los dos co-presidentes [Barrientos y Ovando], puedan ser contenidos de un mal juicio (…) y sumergir al país en un caos político y económico”, “proporcionar estímulo financiero encubierto a grupos de la oposición que de otro modo podrían abstenerse y poner en peligro la legitimidad de las elecciones”. El entonces embajador Douglas Henderson reconoció que los grupos de oposición que recibieron el estímulo financiero fueron el MNR y la FSB. Tal como fue planeado, Barrientos resultó ganador con el 60% de los votos, “en una elección elogiada por los observadores de la OEA como democrática y honesta”.

El retorno a la democracia marcará la continuidad de la injerencia estadounidense en los procesos electorales del país bajo nuevas formas y mecanismos, pero siempre con los mismos fines. Los ejemplos nos confirman que lo que realmente le importa a EEUU es su seguridad nacional y sus intereses, siendo la democracia, la libertad y los derechos humanos un simple artilugio.

(*) Jonathan Arias J. es politólogo, docente en la UMSA

https://www.la-razon.com/politico/2020/09/30/eeuu-y-la-democracia-boliviana/