Brújula Digital |29|9|20| Zulema Alanes B. / Cabildeo Digital.- ¿Tenemos presidenta o presidente en Bolivia? Esa fue la pregunta de una jornada de crisis que terminó con la dimisión de tres ministros y dejó sin el respaldo de su partido a la presidenta interina Jeanine Añez.
Y la pregunta vino a colación porque, una vez más, el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, aparecía como el personaje más influyente detrás de la silla presidencial. El “hombre fuerte” que hace y deshace en el gobierno y elimina cualquier obstáculo que se interponga en su camino.
Hace una semana le bajó el pulgar y logró que la presidenta Añez destituyera al Procurador General del Estado, José María Cabrera y, este lunes, consumó la humillante destitución del ministro de Economía, Oscar Ortiz, y provocó la renuncia de los ministros de Trabajo, Oscar Mercado, y de Desarrollo Productivo, Abel Martínez.
Ortiz, exjefe de la bancada de Demócratas y de la propia Jeanine, candidato a la presidencia por ese partido el 2019, era considerado en esta transición uno de los colaboradores clave del gabinete, pero resultó prescindible frente al poder del más fuerte. Ni siquiera le informaron que fue destituido, se enteró cuando estaban a punto de posesionar a su sucesor.
¿De dónde emerge el poder casi absoluto que detenta Murillo? Propios y extraños ensayan varias hipótesis pero, en realidad, no se explican cómo el hombre que durante más de una década vivió a la sombra de Samuel Doria Medina se empoderó tanto desde que ejerce el cargo que le confió Añez el primer día de su mandato.
La borrachera del poder
A pocas horas de su salida del gabinete, el exministro de Economía, Oscar Ortiz, describió a Murillo como un personaje sin la capacidad suficiente, pero con la ambición necesaria para controlar todo el poder y, aseguró, que Añez le entregó “todo el control del Gobierno, del Ejecutivo, de la misma Presidencia”.
Notablemente molesto porque la presidenta Añez no hubiera tenido “la decencia” de transmitirle su decisión de destituirlo, el exministro no se reservó detalles sobre la actuación de Murillo al interior del Gobierno y aseguró que está borracho de poder.
“Esto muestra que el poder realmente destruye a las personas, que el poder emborracha, que el poder las vuelve abusivas. Creo que lamentablemente, eso ha pasado con Arturo Murillo, una persona con la cual compartí muchos años de lucha por la democracia. Pero el gran desafío en esto es ser siempre el mismo. Más allá de si se tiene o no poder”.
Aseguró que el ministro de Gobierno no posee “ni la capacidad ni la serenidad para enfrentar los graves problemas que tiene Bolivia por delante”, reveló que en la dinámica interna “yo era quien se oponía a muchas medidas que no tenían fundamento” y pronosticó que “con mi salida del Gabinete creo que él va a buscar concentrar todo el poder”.
Ortiz detalló que Murillo se excede en sus atribuciones e interviene en los asuntos de otros ministerios, lo responsabilizó de que “muchas cosas hayan salido mal” debido a “ese espíritu de ‘meterle no más’, como lo hacía el expresidente Evo Morales”.
Al exprocurador, José María Cabrera, no le sorprendió en absoluto lo que se dijo de Murillo. Una semana antes también fue el blanco de su furia y, como ocurrió con Ortiz, fue destituido de su cargo. Lo describió como “un hombre intolerante, de trato muy difícil” y aseguró que “no tengo palabras para describir lo inverosímil de su conducta”. Aseguró que, sin dudar, “puedo decir que su estilo de gobernar contradice los principios del Estado de derecho y de la democracia”.
En varias oportunidades los analistas han comparado a Arturo Murillo con Juan Ramón Quintana. El politólogo Carlos Cordero dijo en una ocasión que “Quintana fue un hombre fuerte, fue el de las declaraciones polémicas, el que amenazaba, tenía el mismo rol que ahora juega Murillo”.
A poco de posesionarse, Murillo anunció “vamos a ir a la cacería de Quintana”, pero en opinión de los analistas lo único que ha logrado es parecerse cada día más a él.
En círculos de Unidad Nacional, el partido al que renunció Murillo en noviembre de 2018 para integrarse a los Demócratas detrás de la candidatura de Oscar Ortiz, no se explican su cambio tan radical y aseguran que mientras estuvo a la sombra de Doria Medina, controló todos sus impulsos autoritarios y se conformó con el apelativo de “el Bolas”.
Pero desde que es parte del gobierno, Murillo se ha dado modos para hacer sentir su poder. La destitución de Ortiz no es la única acción en su haber. La primera víctima de Murillo es Rafael Quispe, que el pasado mes de mayo fue cesado de la dirección del Fondo de Desarrollo Indígena. Hace una semana, influyó para que la presidenta Añez destituyera al exprocurador, José María Cabrera. Hizo lo propio con el director general del Instituto Nacional de Estadística (INE), Yuri Miranda, que fue destituido tras 15 días sin comunicación oficial. También bajó su pulgar hasta lograr la renuncia del gerente de la Gestora Pública de la Seguridad Social de Largo Plazo, Sergio Flores.
Muchos millones en juego
El renunciante ministro de Trabajo, Oscar Mercado, explicó que dejó el gabinete porque además de cuestionar la forma cómo destituyeron a Ortiz se han empezado a decantar estilos de gestión que, según dijo, no comparte y apuntó a Murillo como el responsable de “promover una gestión apresurada, irreflexiva, que puede llevar a graves errores” y a tomar acciones que “ya no son propios de un gobierno transitorio”.
Mercado dijo que la gota que colmó el vaso y tensionó la relación al interior del gabinete fue el caso Elfec, una iniciativa impulsada por Murillo para la reversión de la nacionalización de esa empresa. “De acuerdo, pero no así”, dijo el exministro, y detalló que Murillo logró la destitución del procurador y de un ministro, pero no logró la aprobación del decreto de reversión de acciones en los términos que pretendía. “Se impuso la sensatez y luego de arduos y tensionados debates, se aprobó el Decreto Supremo 4346 que autoriza a ENDE realizar todas las diligencias, en un plazo de 30 días hábiles, sobre la información financiera, administrativa, legal y técnica de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (Elfec S.A.)”, dijo.
El destituido ministro de Economía, Oscar Ortiz, fue más allá y reveló que no cedió a las presiones de Murillo que insiste en la compra de un lote de vehículos por un valor de 35 millones de bolivianos “aun cuando esas movilidades recién llegarían al país a mediados del próximo año”.
Pero esa compra es solo una de las que pretende Murillo. Hace poco más de una semana, Cabildeo Digital reveló que, a un mes de irse, el gobierno pretende firmar un contrato para la construcción de cuatro hospitales, tal como lo hizo el MAS, en paquete y por montos millonarios.
A Washington
Murillo viajará las próximas horas rumbo a Washington para reunirse en el Departamento de Estado con representantes del gobierno de Donald Trump y también tiene previsto una entrevista con el Secretario General de la OEA, Luis Almagro. ¿Conoce usted algún otro gobierno, nacional o extranjero, que hubiera enviado a un ministro de Gobierno a realizar gestiones similares? Es evidente que Murillo está asumiendo también las funciones de la canciller Karen Longaric.
Por suerte, Murillo dejará en menos de tres meses el cargo de “Rasputín” y pasará a ser un investigado por la Justicia.
Zulema Alanes es periodista.
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