¿El retorno a la República?

Por Yuri F. Torrez / La Razón.- En un auditorio atiborrado de empresarios agroindustriales, la crema y nata de la oligarquía cruceña y, por lo tanto, la élite económica más influyente de Bolivia, la presidenta transitoria, Jeanine Áñez, al momento de presentar su plan de “reactivación de la agroindustria” que favorece a los más poderosos de este país, reivindicó la República y, además, planteó la disyuntiva política: la “izquierda populista” (y la “dictadura”) o la “libertad” (el Estado de derecho y la “libre iniciativa”). Finalmente, arengó a los agroindustriales: “Vengan con la democracia, vengan con la República y vengan con valores republicanos”.

Más allá de un discurso electoralista, esas palabras develan la restauración oligárquica en curso. El golpe de Estado, perpetrado el pasado noviembre, fue el inicio del retorno a la República. Y, por efecto colateral, significó menguar el proyecto estatal empujado por los pueblos indígenas: el Estado Plurinacional para resarcir la exclusión y segregación histórica. La gestación de la República fue un continuum del legado colonial. En esa su República, las reducidas élites pertrechadas en sus lugares de privilegios y cobijadas bajo los valores republicanos gobernaron a Bolivia a gusto y placer, en consonancia a sus propios intereses en desmedro del grueso de la población: los indígenas.  

Cuando la presidenta de facto hizo ese llamado “al retorno a la República” a los empresarios agroindustriales aludió a esa República aristocrática, excluyente y, por lo tanto, negadora del indígena. Fue una invitación a adherirse a ese proyecto restaurador o, quizás, a la inversa: la ratificación de su compromiso político de ser la “encargada” para rencauzar regresivamente a esa Bolivia señorial.

Al despuntar el año, en las entrañas de la mismísima Casa de la Libertad en Sucre, en el salón donde se rubricó el acta de fundación de la República, Jeanine Áñez sin sonrojarse por pronunciar un epíteto racista lanzó otra invitación: “Evitar el retorno de los salvajes” al gobierno, en alusión directa a los partidarios y la base social de Evo Morales, o sea, a los indígenas/campesinos. No es casual, a los pocos minutos de su posesión presidencial, Áñez levantó una Biblia descomunal para días después masacrar a indios y pobres. Posteriormente, ordenó quitar de la banda presidencial la wiphala, esa bandera ajedrecista de multicolores, ícono de los pueblos indígenas devenido en símbolo patrio y quemada por los golpistas.

El discurso de la democracia y la consigna del supuesto fraude electoral solamente fueron artimañas discursivas para esconder el verdadero propósito de la movilización de la clase media urbana, en octubre y noviembre de 2019: el proyecto restaurador oligárquico. No debemos ignorar, la derecha siempre fue conspirativa y golpista. La derecha siempre usó un arsenal discursivo que sirvió para marear la perdiz. En esa agazapada discursiva, las movilizaciones promovidas por sectores oligárquicos fue enarbolar la bandera de la democracia para consumar paradójicamente el golpe de Estado.

Desde el siglo XIX, la derecha oligárquica se apropió de palabras sagradas: Libertad, Igualdad, Fraternidad y Democracia, pero otorgando un sentido en consonancia a sus intereses de grupo. Entonces, el anuncio de retornar a “la República sin salvajes” no significa volver a esos valores republicanos constitutivos, la derecha jamás comulgó con esos valores, sino es retornar a esa República excluyente y colonial que siempre sirvió para el aprovechamiento mezquino de un puñado de odiadores seriales del indio: los oligarcas.   

Yuri Tórrez es sociólogo.

https://www.la-razon.com/voces/2020/08/31/el-retorno-a-la-republica/